El turismo se ha convertido en un sector económico muy importante para Colombia, al contribuir en 5,1 % al PIB nacional (CPTUR, 2016) y al superar los 5.000.000 de visitantes extranjeros no residentes al cierre del año 2016 (Citur, 2017), la cifra más alta lograda hasta ahora por el país. En […]
El turismo se ha convertido en un sector económico muy importante para Colombia, al contribuir en 5,1 % al PIB nacional (CPTUR, 2016) y al superar los 5.000.000 de visitantes extranjeros no residentes al cierre del año 2016 (Citur, 2017), la cifra más alta lograda hasta ahora por el país. En el ámbito global, el turismo genera el 10 % del PIB y 1 de cada 10 empleos (WEF, 2017), lo que da una luz del potencial de un sector que hasta ahora despega en el país ante dificultades de tipo político y, principalmente, por el conflicto armado y la notable estigmatización del país a escala internacional.
El turismo es, además, una poderosa herramienta para reducir la pobreza y la desigualdad, y es más estable que otros sectores, como la minería (Croes & Rivera, 2015; Vanegas & Croes, 2007). Esto es cierto siempre y cuando se trabaje adecuadamente, generando capacidades, «oportunidades» y libertades en las comunidades locales y en la población más vulnerable (Sen, 1990, 1999, 2000), sin perder de vista la noción ecosistémica (Di Salvo, Romero & Briceño, 2009) y de sostenibilidad (Obando, Ochoa, Duque, Rozo, & Villada, 2010). De hecho, Carlos Lora, director del Parque Nacional Natural del Sumapaz, manifiesta que el turismo bien hecho es una estrategia de conservación.
Se ha hablado también de la contribución del turismo a la paz desde muchos abordajes, partiendo de 1925 cuando el profesor holandés Wim Treub, en el marco de la posguerra, les proponía a los países involucrados en esta que intercambiaran experiencias culturales y se dejaran conocer para lograr una empatía que llevara a la construcción de paz entre los pueblos (citado en Winsteiner & Wohlmuther, 2014). Incluso, la Declaración de Manila sobre el Turismo Mundial (OMT, 1980) establece que a través de los viajes se puede construir la paz entre países, fruto de un abordaje desde el punto de vista sociológico del turismo (Jiménez, 1986).
Otras personas han ido más allá, planteando la contribución del turismo a la paz desde una óptica diferente, transdisciplinar (Max Neef, 2004). Desde esta perspectiva, se tienen abordajes en los que se crítica la postura netamente sociológica que se le ha dado a la contribución del turismo a la paz y van mucho más allá, planteando que el turismo debe abordar temas como los derechos humanos, el conflicto como un todo, la libertad, el bienestar y la paz (Blanchard & Higgins-Desbiolles, 2013), además de otros aspectos del desarrollo multidimensional (Croes & Rivera, 2015). En este sentido, el turismo deja de ser una actividad exclusivamente económica, sociológica, de conservación ecosistémica y pasa a ser una poderosa herramienta de desarrollo multidimensional y de paz.
En los territorios llamados de posconflicto, entendido este como un «periodo de tiempo que sigue a la superación total o parcial de los conflictos armados» (Universidad del Rosario, s.f.), se dan tres opciones frente al eventual desarrollo turístico. La primera es el turismo negro, que despierta intereses sustentados en un morbo de las personas por visitar los lugares donde sucedieron tragedias y suelen llegar a ser personas ofensivas e imprudentes con la comunidad local. La segunda es el turismo de memoria, pensado más para reflexionar sobre los sucesos dolorosos del pasado para que no se repitan más, haciendo homenaje a las víctimas, en el que los turistas son educados y respetuosos. Y la tercera, el turismo fénix, una forma de turismo en la que el turista está directamente vinculado con el pasado del territorio que visita y, mientras busca conocer sus atractivos de naturaleza, de memoria, entre otros, está pensando en el resurgimiento mismo del destino y de sus comunidades locales, por lo que está dispuesto a ayudar, apoyar, pagar más por los servicios recibidos, etc. (Rueda & Bonilla, 2017).
El turismo y el Acuerdo de Paz en Colombia
Desde el Estado colombiano se han impulsado diferentes iniciativas que buscan consolidar el acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), por medio de propuestas concretas en los territorios que han sufrido el conflicto armado. En este orden de ideas, surgen programas como el de «Turismo, paz y convivencia» y el de «Seguro te va a encantar», liderados desde el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (Mincit) y que, con base en el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 —específicamente la propuesta sectorial Turismo para la Construcción de Paz—, buscan generar oportunidades para las comunidades locales en territorios afectados por el conflicto armado en el país a través de la integración regional y el turismo bajo una lógica de consciencia y sustentabilidad (MINCIT, 2017).
Como pilotos para este proyecto, se eligieron la serranía de la Macarena en el Meta, el Camino Teyuna en la Sierra Nevada de Santa Marta, el Valle de Sibundoy y Mocoa en Putumayo, y el Urabá Darién entre Antioquia y Chocó. Las más aventajadas son las experiencias de la Macarena y del Camino Teyuna, mientras que el Putumayo y Darién están en una etapa de iniciación y contracción, respectivamente. La iniciación se refiere a destinos emergentes que hasta ahora inician un proceso de desarrollo turístico; la contracción se refiere a un territorio que tuvo un auge interesante en los años noventa, pero que se ha quedado rezagado por la falta de infraestructura y por el conflicto armado como tal; por último, los aventajados son los que han iniciado hace algunos años y se han ido consolidando a escala nacional (López, Giraldo, Posada & Mejía, 2017).
A la par con esta iniciativa y en la misma línea, el gobierno de Santos Calderón (2010-2014 y 2014-2018) ha impulsado una reforma tributaria en la que se plantean ciertos beneficios tributarios para el posconflicto y que beneficia, entre otras, a empresas turísticas que busquen establecerse en las zonas más afectadas por el conflicto armado. Estos incentivos consisten en unas tasas preferenciales para las nuevas empresas que se establezcan en dichas zonas: «Para las micro y pequeñas empresas, tarifa del 0 % por los años 2017 a 2021; del 8,25 % por los años 2022 a 2024 y del 16,5 % para los años 2025 a 2027» (DIAN, 2017, p. 2). También hay tasas preferenciales para medianas y grandes empresas donde cabrían, por ejemplo, los hoteles. De hecho, de las tasas que les corresponde pagar se puede utilizar hasta un 50 % de los recursos para inversión directa en proyectos de trascendencia social. De acuerdo con lo planteado en el aparte anterior, las propuestas del programa “Turismo, paz y convivencia” y de la reforma tributaria son, principalmente, de tipo económico, más allá de que contemplen aspectos de la sostenibilidad.
Por su parte, la campaña de “Seguro te va a encantar” busca impulsar no solo estos pilotos, sino otros que se abren a la oferta turística, primero del orden nacional y, en el momento en que se cumpla con unos estándares mínimos, pasar a impulsar los destinos y productos turísticos desde ProColombia, entidad encargada de promover las exportaciones, en este caso de servicios como el turismo. En este sentido, ProColombia persigue tanto el encuentro entre la oferta y la demanda con base en una lógica de competitividad y de mercado como la integración regional y entre comunidad local y población turista; es decir, aborda también un componente sociológico. Más allá de este avance, es poco lo que se ha planteado y los esfuerzos han sido más bien vagos o de poco impacto desde el orden territorial y regional.
Entre las iniciativas que también se pueden destacar desde el orden regional, se encuentra la de la RAPE - Región Central[1], que ha propuesto convertir en la Ruta de Integración para la Paz al antiguo corredor de la guerra entre el municipio de Icononzo en Tolima, pasando por Cabrera en Cundinamarca, la localidad de Sumapaz en Bogotá y Uribe en Meta. La propuesta es ambiciosa desde todo punto de vista y contempla aspectos de infraestructura, de memoria histórica y de generación de capacidades, «oportunidades», para beneficio de las comunidades locales en el territorio.
Este es un territorio que vive un periodo de posconflicto, de reacomodación por parte de las comunidades locales y de las mismas instituciones públicas que, más allá de las Fuerzas Militares, es la primera vez en la historia que hacen presencia en estas zonas. Por sus atractivos identificados, se busca que la propuesta de turismo esté ligada a un componente de memoria histórica y naturaleza, principalmente pensada para mercados especializados donde se espera un turista educado, respetuoso por la gente, por el medio ambiente, por la cultura local, por el sufrimiento que vivieron las víctimas del conflicto por años, etc. Incluso, según las posibilidades, se pensaría en un turismo fénix.
Sin embargo, la situación no es tan fácil por las ideologías de estos territorios y, sobre todo, por sus temores. Hay algunas personas que piensan que el turismo puede sustituir sus prácticas campesinas tradicionales, otras sienten temor de que lleguen personas desconocidas y terminen creando empresas y prefieren mantenerse cerradas, otras han mantenido prácticas ambientalmente perjudiciales y no quieren que las molesten, otras consideran que el turismo es símbolo del capitalismo, etc. Pero también están quienes ven en el turismo una alternativa complementaria, importante para la reintegración, para vender sus productos, para conservar sin dejar de ganar, y que, a través de nuevas figuras asociativas, son ellos los primeros beneficiarios de una propuesta turística.
Lo único cierto es que, cuando se habla de turismo, paz y posconflicto, se debe actuar con mucha cautela, responsabilidad y llegando a acuerdos para que no existan territorios vedados, pero tampoco donde se generen nuevas formas de conflicto. Lo que se necesita es convertir al turismo en una estrategia de desarrollo multidimensional que ayude a cerrar las brechas que se han creado históricamente en estas zonas y que sea una verdadera herramienta para llevar paz a los territorios en el sentido más amplio posible.
Referencias
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Croes, R. & Rivera, M. (2015). Poverty alleviation through tourism development: a comprehensive and integrated approach. Oakville: Apple Academic Press.
Di Salvo, A., Romero, N. & Briceño, J. (2009). Estudio de los ecosistemas desde la perspectiva de la complejidad. Multiciencias, 9(3), 242-248. Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/904/90412325003.pdf.
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Jiménez, L. F. (1986). Teoría turística. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.
López, L., Giraldo, C., Posada, L. & Mejía, D. (2017). Análisis del proceso de transición de los cinco territorios pilotos de la estrategia turismo, paz y convivencia hacia su inclusión en el mercado turístico. Medellín: Grupo de Investigación y Turístico (GIET), Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia. Recuperado de http://www.mincit.gov.co/minturismo/loader.php?lServicio=Documentos&lFuncion=verPdf&id=81180&name=ANALISIS_DEL_PROCESO_DE_TRANSICION_DE_LOS_5_TERRITORIOS_PILOTOS_DE_LA_ESTRATEGIA_TURISMO_PAZ_Y_CONVIVENCIA.pdf&prefijo=file.
Max-Neef, M. (2004). Fundamentos de la transdisciplinariedad. Universidad Austral de Chile. Recuperado de http://master.edgarmorin.com/file.php/14/Max_Neef_Fundamentos_transdisciplinaridad.pdf.
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Obando, J., Ochoa, F., Duque, R., Rozo, E. & Villada, I. (2010). Enfoque metodológico para la formulación de un sistema de gestión para la sostenibilidad en destinos turísticos. Anuario de Turismo y Sociedad, 11, 175-200. Recuperado de https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1865443.
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[1] Entidad pública que representa los intereses de planeación integral de los departamentos de Boyacá, Meta, Tolima, Cundinamarca y el Distrito Capital.
Jorge Bonilla
Investigador independiente
jorgembonilla11@gmail.com