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24 de mayo de 2023

Trasescena ucraniana

Las imágenes de Ucrania ponen al descubierto el horror de la guerra en todo su patetismo. Cuando el mundo aún soportaba con una dosis inusual de estoicismo el desafío del covid-19 y parecía abrirse la esperanza de una respuesta mancomunada a los nuevos problemas globales, que la pandemia no logró, justo en ese momento la prueba desgarradora de la destrucción se impuso en forma inmisericorde. El mundo mira ahora estupefacto la danza de la muerte, y se cierne en la incertidumbre.

En medio de fatalidad, hay quienes también tienen motivos para celebrar. Para otros, empero, identificar una causa individual del horror es la salida rápida y se evitan indagaciones molestas. Pero, hay preguntas que no se pueden pasar por alto: ¿era inatajable este desenlace? Ningún otro evento bélico había sido anunciado de modo tan perentorio: dos semanas antes, Biden había hablado públicamente de la invasión. ¿Se trata de la decisión de un reencarnado zar tan arrogante como estúpido? ¿Es Putin el gran verdugo y el resto del mundo los tiernos corderos presas del lobo estepario? ¿Esta guerra marcará el final de Rusia o será solo el comienzo de otras guerras sucesivas? ¿Habrá uno o más sujetos ocultos en esta tragedia?

Más allá del choque cruento de las tropas y las descargas incendiarias, la guerra es también una lucha de narrativas. La predominante impone una “línea correcta” y es desde ya el discurso triunfador. En el esfuerzo de objetividad, aparecen algunos pronunciamientos, entre los cuales sobresale la autocrítica europea; pero, es necesario ahondar aún más para tratar de develar los planes no menos delirantes que los albergados en la cabeza del exdirector de la KGB. La banca y el complejo militar-industrial del G7 también tienen su pecaditos, y no tan insignificantes. Es que la guerra expresa sin duda la voluntad de poder; pero, al mismo tiempo, es un gran negocio financiado por los demás, quienes constituimos el ejército de incautos.

El costo de una estrategia desesperada

Cuando el 24 de febrero Vladimir Putin finalmente lanzó sus tropas sobre Ucrania debió considerar que era el momento más oportuno, el invierno empezaría a ceder en su rigor y facilitar el desplazamiento de sus hombres en las ciudades ocupadas, pero con temperaturas tan bajas a la vez como para que Europa se viera impedida de cancelar la importación del gas y el petróleo siberianos. Tal vez en su mente y en la discusión de su círculo íntimo el diseño militar pudo ser el de una guerra relámpago que forzaría el compromiso de Zelensky de renunciar por siempre a la aspiración de entrar en la OTAN, y asunto arreglado. En efecto, el 27 de febrero, el presidente ucraniano manifestó su voluntad de negociar la paz con Rusia y se propusieron Varsovia o Minsk como sedes del diálogo (Hodge, 2022). Pero, enseguida la ocupación se complicó. La descarga aérea puso fuera de control la aviación del invadido, pero su ejército y las fuerzas paramilitares más pertrechadas de lo previsto empezaron a ejercer inusitada resistencia.

Para un Putin curtido en las lides del espionaje y las operaciones turbias el desprestigio al que lo ha expuesto la prensa mundial es lo de menos. Sin embargo, el costo político, militar y económico para su país es aún incalculable, y será considerado en el futuro como el fruto de su arrogancia y su torpeza. De hecho, el resultado es por completo el opuesto al esperado: en vez de alejar las tropas y el armamento de las fronteras rusas ahora los tiene más cerca que nunca. El cerrojo sobre el remanente de la Unión Soviética ahora aprieta en toda Europa oriental con plena disponibilidad aérea, de tanques, acorazados, bombarderos y misiles que apuntan a los objetivos rusos noche y día.

En el plano económico, la mina de oro que significaba la provisión energética a Europa y agroinsumos y granos al mundo se vino a pique. El gran colaborador alemán de tres décadas desde la implosión soviética ahora se alza cual coloso armado en contra de su socio comercial.

La marcha triunfal del ganador

La debacle rusa en Ucrania es la tercera gran derrota en tiempos recientes y su mayor tributo al rival histórico. Dejando de lado el vergonzoso retiro de Afganistán, tras 10 años de guerra entre 1979 y 1989 y millón y medio muertos entre la población local[1], hasta ahora las más prominentes pérdidas rusas las ocasionó el mismo Gorbachov, quien en primer lugar desplomó al titán comunista sin que el adversario tuviera que gastar un solo tiro.

En segundo lugar, el líder soviétivo fue presa del adoctrinamiento extranjero al creer que con el ingreso de un hijo tan poderoso a la Madre Europa, la madona correría a reequilibrar el poder mundial. Bajo premisas realistas, una Europa renacida, a la vanguardia de los derechos y la riqueza global, sería capaz de ponerle límites al exagerado poder estadounidense; pero la fe ciega del dirigente ruso resultó de una ingenuidad y un idealismo crasos, porque la dama abrazó con más ahínco que nunca el recetario global del Consenso de Washington y el control militar planetario del Pentágono, sepultando las maravillas del estado de bienestar que era su gran legado de posguerra y con el que la ilusa Rusia coqueteaba con ardor.

Cada traspié ruso es celebrado al otro lado del Atlántico con fruición y desempacho. En la secuencia seguida por el vencedor sobresalen las fechas siguientes:

1991. La élite soviética pro-capitalista y pro-europea acepta desintegrar la Unión, a cambio de la vinculación a la esfera capitalista, empezando por la asociación completa con Europa. Cree que la OTAN se convertiría en una alianza redundante, que sería desmantelada.

1997. Con la OTAN todavía viva, Rusia pacta no instalar nueva infraestructura militar permanente en el Este.

1999. El anterior acuerdo no se cumple. A insistencia de Estados Unidos, la Alianza se amplía a Hungría, Polonia y República Checa. La OTAN ataca a Serbia, sin el aval de las Naciones Unidas, para saltarse el voto de Rusia en el Consejo de Seguridad. Un aliado importante es neutralizado.

2001. Putin dispuesto a colaborar acepta las bases militares de Estados Unidos en Asia Central y no interfiere en la invasión a Afganistán.

2004. El mismo George Bush Jr., con quien Putin recién había departido en Texas, anuncia el retiro de Estados Unidos del Tratado antimisiles balísticos de 1972.

Ucrania se divide entre los partidarios de sostener la relación con Rusia y los adeptos a la Unión Europea.

2006. Rusia bloquea la exportación de gas a Ucrania por desacuerdo en el pago.

2007. Putin denuncia el unilateralismo mundial y sus intentos de fragmentar a Rusia.

2008. Washington propone ingresar a Georgia y Ucrania a la OTAN e insiste en el reconocimiento de Kosovo, contra los intereses de Serbia y Rusia. En respuesta, el Kremlin acepta la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, provincias georgianas pro-rusas y envía tropas de apoyo.

2010. Víctor Yanukovich se impone en las elecciones de Ucrania contra la “oligarquía” y guarda la relación especial con Moscú.

2011. Empieza la construcción del gasoducto Nord Stream 2.

2013. Yanukovich es depuesto, Rusia denuncia el golpe de Estado y brinda apoyo a la región de Dombás, contra la que arremete el nuevo gobierno pro-estadounidense[2].

Barak Obama declara que Estados Unidos es gran productor de gas natural gracias a la técnica del fracking.

2013/2014. Se firman los 2 acuerdos de Minsk para el cese el fuego y la protección de la población pro-rusa de Donetsk y Luhansk. No los cumple el gobierno ucraniano e intensifica los ataques con el apoyo del extremista partido Pravyi Sektor (Sector Derecho)[3] y la milicia neonazi Azov participante en el levantamiento Euromaidán en 2014, para imponer el régimen anti-ruso[4].

2015. Estados Unidos instala el Centro Internacional de Mantenimiento de la Paz y la Seguridad, al oeste de Ucrania, en la frontera con Polonia[5].

2018. Acuerdo de cooperación en energía para ampliar las exportaciones de gas licuado natural de Estados Unidos a Europa.

2019. Estados Unidos se retira del tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias, sin reacción europea alguna.

2020.   Volodymyr Zelensky convierte a Ucrania en “socio beneficiario” de OTAN.

2021.  Junio. Encuentro Putin-Biden en Ginebra sin acuerdo alguno.

Septiembre. Antony Blinken, secretario de Estado, anuncia que Estados Unidos apoya el ingreso de Ucrania a la OTAN.

La Unión Europea rechaza un encuentro con Putin.

Concluye la construcción del Nord Stream 2[6]

2022.  Enero. Encuentros Rusia-EEUU, Rusia-OTAN, reunión de OSCE, sin llegar a compromisos.

Febrero. Invasión rusa a Ucrania.

En este contexto queda evidente el no tan sofisticado pero poco tenido en cuenta en los análisis actuales de la guerra en Ucrania rol de Estados Unidos como sujeto oculto (de Gregori, sf, 82). Todo indica que Washington no quedó satisfecho nunca con la rendición de su rival y parece dispuesto a imprimirle el castigo magno por sus veleidades comunistas en el pasado, al punto de empeñarse en convertirlo en un Estado fallido. Nada más ni menos que llevarlo a la misma condición de un Afganistán, un Iraq o una Libia, desolados por la osadía de desafiar en algún momento las reglas del “orden” estadounidense, con la aquiescencia del G 7 y la OTAN.

Las sanciones van en contravía de la globalización y pretenden ahogar totalmente a Rusia. Además, Estados Unidos amenazó con represalias a los países y empresas que adelanten negocios con el país vetado. Confiscó las cuentas de empresas y cuentas individuales de los magnates rusos; lo mismo hizo Inglaterra con el capital ruso guardado en sus bancos. La guerra pasó del destello de los bombardeos al marginamiento de un gran socio comercial mundial; entre tanto, en la bolsa en Nueva York renacían los festejos.

Mientras se cierran de manera paulatina las válvulas de los hidrocarburos rusos hacia Europa, las exportaciones de gas liquado natural de Estados Unidos se disparan. De los 2 mil millones de metros cúbicos enviados en 2018 se pasa en 2022 a 15 mil millones y se proyectan exportaciones de 30 mil millones de metros cúbicos al 2030 (Patel, 2022), programa de producción y ventas que multiplica los ingresos de Cheniere Energy, EQT Corporation y Kinder Morgan, las más poderosas en su ramo. Las ganancias del sector de energía en la Bolsa de Nueva York registraron incrementos del 60% en abril respecto al año anterior (Munyi, 2022).

A la par de la agitada labor gasífera se agita la industria militar. Allí, Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, General Dynamics, Raytheon Technologies y Leidos Holdings atienden pedidos inesperados de armamento, provisiones y programas de ciberespionaje. El gasto estadounidense en defensa sobrepasará pronto los 800 mil millones de dólares. Se considera que el presupuesto de defensa de Estados Unidos aumente del 2,8 % del PIB en 2022 hasta un 3,5 y hasta 4 % en 2023. Recién iniciada la conflagración, el valor de las acciones de la industria militar aumentó en más de 10 % (Kabir, 2022). Con tanta parafernalia, habrá guerras para rato.

En este juego soterrado es fácil advertir la forma como fue tejido el ardid y cómo el ejercicio del poder hegemónico estadounidense, con 800 bases militares en los 5 continentes, logró atrapar a uno de sus más acérrimos contendores, para desgracia de la siempre vejada Ucrania. Como dice el adagio africano, “cuando los elefantes se pelean el pasto es el perdedor”. La pugnacidad refleja el papel global del liderazgo oficial negativo (de Gregori y Volpato, 2002), que en vez de cooperar para construir un mundo de entendimiento y solidaridad se aferra a la producción de enemigos a aniquilar. Y la respuesta de ese opositor se da en la misma lógica belicista. De una Rusia llevada por un Putin militarista no cabe esperar sino continuos golpes autodestructivos, propios del rol de anti-oficial negativo. La única esperanza queda en el desenvolvimiento de los mediadores u oscilantes positivos que saquen al mundo del pantano en que se hunde.

El papel de la comunidad internacional

A la comunidad internacional la forma un conjunto heteróclito de países, movimientos sociales, ONG, empresas y diversos grupos de interés. Estas entidades han mostrado algún grado de preocupación por la guerra, aunque su posición en unos casos es ambigua y en otros inaceptable por el alineamiento automático con el propiciador del enfrentamiento.

En primer lugar, las acciones europeas son desconcertante y reprobables. No le bastó al continente ser el escenario de las dos guerras mundiales sino que de forma deliberada crea las condiciones para una tercera conflagración. ¿Qué fue de Europa cuando Gorbachov propuso una relación especial que le permitía autonomía frente al diseño estratégico global de Estados Unidos? En vez de negociar un acuerdo de cooperación con Rusia y hacer realidad el colchón de seguridad que reclamaba Moscú a lo largo de su frontera, muy solícita emprendió la expansión de la Unión y de la OTAN, bajo la perversa consigna de encerrar aún más al fatigado monstruo comunista.

¿Dónde estaban los mandatarios europeos cuando en 2014 empezó la formación de grupos paramilitares en Ucrania y la arremetida violenta de ese gobierno contra las provincias pro-rusas? Estaban ocupados en los trámites para expandir la OTAN en una operación preventiva contra la posible expansión rusa. Todavía el año pasado, cuando Putin propuso negociar en el plano de seguridad le fue cerrada la puerta. Y ahora cuando el infierno se hizo realidad, hasta los intelectuales sensatos del pasado encubren sus impedimentos morales para abogar por la remilitarización alemana y el envío de equipo y soldados camuflados a Ucrania, incluido el apoyo a sus fuerzas neonazis, sin llegar a sobrepasar el imaginario límite que provocaría el uso de las bombas atómicas tácticas por parte de Putin, porque ahí sí se armaría el Armaguedón[7]. Claro que quedan voces lúcidas en la estela intelectual, como la de Boaventura Santos al puntualizar que “debido a que Europa no ha sido capaz de hacer frente a las causas de la crisis, está condenada a hacer frente a sus consecuencias”[8].

En vez de contribuir con sus capacidades institucionales, humanas y tecnológicas a la reconfiguración de un orden mundial de respeto entre las naciones, de salvaguarda de los derechos humanos y de acción concertada contra la crisis ambiental causada por los combustibles fósiles, con la expansión de la OTAN Europa sigue al pie de la letra la consigna imperialista estadounidense, alentando el chovinismo, el racismo, el militarismo y la guerra económica y cultural. El pronóstico del arquitecto de la contención de la Unión Soviética, George Kennan, en 1999, se cumple de modo inexorable: “la ampliación de la OTAN sería el error más grande de la política estadounidense desde el fin de la Guerra Fría. Podemos esperar que esta decisión reactive las tendencias nacionalistas, anti-occidentales y militaristas de la opinión pública rusa, que renueve una atmósfera de Guerra Fría …” (Teurtrie, 2022, 24).

Los movimientos sociales del pasado permanecen perplejos. En ellos reina la incertidumbre porque la narrativa del carácter salvacionista de la libertad, el derecho y las sanas costumbres enarbolada por Estados Unidos y Europa han calado muy hondo. Lo cierto es que estos son movimientos esporádicos y emotivos, sin capacidad de repudiar de manera consistente la destrucción de pueblos inermes. No hubo grandes manifestaciones contra la destrucción de Afganistán, Iraq o Siria y un silencio cómplice se sostiene en el aire frente al expansionismo israelí y la destrucción sistemática de Palestina por más de 7 décadas.

Como decía, la comunidad internacional congrega muchos actores. África tiene fresca la humillación de la esclavitud y la repartición colonial por parte de Europa. Su voz seguirá levantándose, sin lugar a dudas. En Asia, aquellos pueblos también sojuzgados en el pasado aprovechan la guerra europea para reafirmar su bien construida convicción de salvaguardar las autonomías nacionales y los principios de la coexistencia pacífica si el mundo desea alejarse de la hecatombe. Por este motivo, sus dos potencias mayores, China e India, si bien condenan la ocupación, se abstienen de imponerle sanciones a Rusia. Abogan por la preservación de las relaciones comerciales mundiales abiertas a todos y la solución pacífica del conflicto con un papel protagónico de las Naciones Unidas. Esa es la línea correcta, la vía de solución que debe acoger los buenos oficios que adelantó Turquía.

Es interesante la actitud de ese “hombre enfermo de Asia”, calificativo dado por la Inglaterra imperial a China en el siglo XIX para justificar las guerras del opio y la rendición de su gobierno. A siglo y medio del oprobio y después de que el trabajo chino afianzó la globalización capitalista, ahora surge como un estorbo del cual es preciso deshacerse. No otra cosa es la conjura de Estados Unidos, por un lado, desde 2010 para hostigar a la competencia emergente en el campo militar conquistando los favores de Japón, India y Australia en el mecanismo Quad. Y, por el otro, con los socios del G 7. Su encuentro en Carbis Bay –Inglaterra–, en junio de 2021, no lo fue tanto para organizar la recuperación pospandemia sino para amenazar a China, como premio a sus 40 años de su colaboración con la salud del capitalismo y con el ánimo de paralizar su ascenso a gran potencia[9]. El cebo de Ucrania puesto al ruso es Taiwán para los chinos; sin embargo, los 5.000 años de historia ininterrumpida y cientos de cercos impuestos desde fuera dejan prever que “el hombre enfermo” no merderá ese anzuelo.

Conclusiones

En reacción típica de un jugador anti-oficial negativo, la guerra contra Ucrania desencadenó la esperada reprimenda de sus rivales y le costará a Rusia por lo menos dos décadas de mejoramiento económico y social. Fue una acción temeria, porque no agotó los recursos políticos y económicos que tiene el Kremlin a su alcance en el Consejo de Seguridad, la OMC y la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, que reúne a 57 países. El militarismo de Putin cercenó las opciones políticas y diplomáticas.

Pero no es solo Rusia la derrotada. Lo son también Europa y el resto del mundo que tendrán que seguir soportando la hegemonía estadounidense, ahora remozada y “legitimada” al controlar a un agresor tan peligroso. Reducida la participación rusa en el mercado de hidrocarburos, las gigantes estadounidenses se mueven a sus anchas y serán pronto las primeras proveedoras de Europa. Junto a la energía fósil, en el gasto militar cifrarán la recuperación pospandemia, sacando de escena los objetivos de desarrollo sostenible, que Europa lideró hace poco. La guerra expone el rol europeo de títere del dominio económico y militar de Estados Unidos.

Un orden mundial auténtico solo puede ser construido con el concurso de todos los pueblos. De ahí la esperanza en el papel de las potencias que abogan por preservar el mercado mundial abierto, que repudian la injerencia en los asuntos internos de los países, se oponen a las medidas de fuerza y procuran renovar el multilateralimo en cabeza de la ONU. Sobresalen en ello India, China, Turquía, Indonesia y el bloque africano. La tragedia de Ucrania significa un duro revés para la coexistencia pacífica, pero no todo se ha perdido.


[1] “Una de las guerras más sangrientas del último siglo”, según Carlos García (2021).

[2] Natalie Jeresko, estadounidense y diplomática y a quien enseguida se le dio ciudadanía ucraniana, fue nombrada ministra de finanzas. El hijo de Joe Biden tomó puesto en el directorio de la compañía de gas natural más grande de Ucrania con un salario mensual de 50.000 dólares (UNAC, 2022).

[3] “Responsable de la muerte de alrededor de 40 personas en Odessa, en un incendio ocurrido en mayo de 2014” (de Currea-Lugo, 2022).

[4] Su “emblema recuerda a la 2ª División Panzer de las SS del Reich, venerada en Ucrania por haber liberado Kharkov de los soviéticos en 1943, antes de llevar a cabo la masacre de Oradour-sur-Glane en 1944 en Francia” (Baud, 2022).

[5] Se trata de un lugar de recepción de combatientes extranjeros neonazis y de entrenamiento de las fuerzas regulares e irregulares ucranianas (UNAC, 2022).

[6] Va paralelo al Nord Stream 1, entre Rusia y Alemania, a través del mar Báltico. Costó 10 mil millones de euros. La capacidad de envío de ambos sería de 110 mil millones de metros cúbicos anuales, correspondientes al 25 % de las necesidades europeas (BBC News, 2022).

[7] Es J. Habermas (2022) quien propone “un apoyo militar autolimitado que no traspase la línea roja de lo que el derecho internacional define como una entrada en guerra”, resolviendo de ese modo el cuestionamiento ético de si “¿Apostar por una victoria militar de Ucrania sin tomar las armas uno mismo no es acaso un autoengaño piadoso?”.

[8] Y agregó el pensador portugués: “El polvo de la tragedia está lejos de haberse asentado, pero, aun así, nos vemos obligados a concluir que los líderes europeos no estaban ni están a la altura de la situación que estamos viviendo. Pasarán a la historia como los líderes más mediocres que Europa ha tenido desde el final de la Segunda Guerra Mundial” (Santos, 2022).

[9] “Con respecto a China y la competencia en la economía global, brindando enfoques colectivos para desafiar las políticas y prácticas ajenas al mercado que socavan el funcionamiento justo y transparente de la economía global” (G7, 2021, 19).


Referencias

Baud, J. (marzo de 2022). La situation militaire en Ukraine. Obtenido de

de Currea-Lugo, V. (14 de mayo de 2022). Ucrania: “No sabemos quiénes van a

morir antes de que todo esto termine”. Obtenido de https://viva.org.co/cajavirtual/svc0777/articulo05.html

de Gregori, W. (sf). Neuroeducación para el éxito. Obtenido de

https://kupdf.net/queue/neuroeducaci-oacute-n-para-el-eacute-xito-gr-eacute-gori_58f52cc7dc0d605b34da984f_pdf?queue_id=-1&x=1579613779&z=MTg2LjE1NC4xMTkuNTk=

de Gregori y Volpato (2002). Capital intelectual. Administración sistémica. Manual

de juegos de cooperación y competencia. Bogotá: McGraw Hill.

G 7. (13 de junio de 2021). Carbis Bay G7 Summit Communiqué. Obtenido de

https://www.g7uk.org/wp-content/uploads/2021/06/Carbis-Bay-G7-Summit-Communique-PDF-430KB-25-pages-3-1.pdf

García, C. (15 de septiembre de 2021). Las lecciones de Afganistán: el socialismo

afgano y la invasión soviética. Obtenido de http://unperiodico.unal.edu.co/pages/detail/las-lecciones-de-afganistan-el-socialismo-afgano-y-la-invasion-sovietica/

Habermas, J. (7 de mayo de 2022). Hasta dónde apoyamos a Ucrania. Obtenido

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Hodge, N. (27 de febrero de 2022). Russian delegation arrives in Belarus for

Potential talks, state media reports. Obtenido de https://edition.cnn.com/europe/live-news/ukraine-russia-news-02-27-22/h_9ffa23d19f5bde298a75a3e2be13e13d

Kabir, U. (5 de marzo de 2022). 10 Defense Stocks to Buy As Geopolitical

Tensions Rise. Obtenido de https://finance.yahoo.com/news/10-defense-stocks-buy-geopolitical-200738515.html

Munyi, C. (14 de abril de 2022). Top Oil and Gas Stocks for Q2 2022. Obtenido de

https://www.investopedia.com/investing/oil-stocks/

News, B. (22 de febrero de 2022). Nord Stream 2: How does the pipeline fit into

the Ukraine-Russia crisis? Obtenido de https://www.bbc.com/news/world-europe-60131520

Patel, S. (30 de marzo de 2022). U.S. Agrees to Ramp Up LNG Exports to Europe,

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Santos, B. (9 de marzo de 2022). Por una autocrítica de Europa. Obtenido de

Teurtrie, D. (febrero de 2022). Ucrania, ¿por qué la crisis? Le Monde

Diplomatique. El Dipló, pp. 24-25.

UNAC. United National Antiwar Coalition, U. U. (23 de marzo de 2022). Ukraine:

U.S. Out Now! Remains Our Anti-Imperialist Antiwar Credo. Obtenido de https://unac.notowar.net/2022/03/23/ukraine-u-s-out-now-remains-our-anti-imperialist-antiwar-credo/


Pío García Parra
Docente investigador
Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales
pio.garcia@uexternado.edu.co

ISSN ELECTRÓNICO: 2344-8431
ISSN IMPRESO: 0123-8779

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