Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

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1 de junio de 2023

Entrevista Aneta De La Mar Ikonomova

Aneta De La Mar es docente investigadora de Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia en Bogotá; también es Coordinadora de la Cátedra Europa. Se graduó como historiadora de la Universidad de Sofia, St. Kliment Ohridsky, Bulgaria, y para esta edición de Zero participó como editora invitada.

Dentro de la definición teórica de los estudios culturales, ¿cree usted que la guerra entre Ucrania y Rusia es, como algunos afirman, la última guerra colonial en Europa? ¿Por qué?

Una de las posibles lecturas de la guerra de Ucrania puede darse desde el paradigma colonial: un pueblo, una nación, un Estado que logró su independencia hace un poco más de 30 años, pero que no contó con las condiciones de materializarlo durante los largos siglos del dominio del imperio ruso y de la URSS sobre la región ucraniana. Al mirar al pasado, los ucranianos hoy en día se ven colonizados por los rusos. Por lo tanto, independizarse de Rusia es un proceso largo y el conflicto actual para los ucranianos es una continuación de este dominio y opresión colonial. Hoy Ucrania exige su derecho de determinar libremente con quién relacionarse y a cuál esfera de influencia unirse. Durante la larga historia de la convivencia de rusos, para los ucranianos y los otros pueblos eslavos de la región el respeto a la diversidad cultural fue siempre limitada y condicionada a la política interna de los rusos. Los pueblos no rusos quedaron dominados por un Estado centralizado y fuertemente identificado con la idea de la superioridad de los rusos.

No obstante, sería tendencioso contradecir la historia y asumir que todo el pasado de los ucranianos, hasta la independencia en 1991, ha sido una relación de sometimiento, sufrimiento y solo explotación. Durante los siglos, se han desarrollado relaciones cercanas y familiares entre los dos pueblos eslavos tan similares, conviviendo juntos desde épocas remotas. Hoy parece imposible trazar una línea fronteriza y hacer la separación sin pasar sobre la vida de la gente que ha estado unida a las dos sociedades a la vez, a dos Estados antagónicos con dos culturas nacionales que no son ajenas y desconocidas una de la otra. Los cruces de culturas, más que todo, la base étnica, lingüística y cultural común que nutre los orígenes y la vida compartida entre los pueblos eslavos del este de Europa, no se puede ignorar, sino entender en su complejidad.

Igualmente, los tiempos difíciles son una muestra de que los sentimientos, cuando están a flor de piel, pueden serlo no solo para lo bueno, también para lo malo: las discriminaciones, las mutuas acusaciones y el nacionalismo extremo, son síntomas de que lo que pasa en estos últimos años, superando todo lo que ha sucedido en el pasado entre los rusos y los ucranianos. Hoy se produce una herida que no la salva ninguna teoría colonial y ningún concepto teórico ayudará a superar el dolor que se ha producido mutuamente. El diálogo, la reconciliación y la paz van a resolver las discordias entre las dos naciones; la justicia (правда, en ruso y ucraniano) será verdad y justicia a la vez, como lo dice la palabra de origen eslavo, pero no ahora. Este trabajo quedará para las futuras generaciones de ucranianos y rusos. La reconciliación de los pueblos de exYugoslavia después de las guerras de los años noventa del siglo pasado, muestra que viene un camino largo por andar.

La estrategia cultural, política, social y económica de la “rusificación” de las diferentes poblaciones dentro y fuera del espacio entendido como ruso estratégicamente, trajo fuertes consecuencias a Rusia: el legado de su sistema colonial hoy en día no es ni mejor ni peor de los otros imperios que se aventuraron a colonizar tierras y pueblos en el así llamado “Nuevo mundo” para los europeos. Tarde o temprano, la factura del desastre que provoca la política colonial aparece para exigir el pago de la cuenta. Pero una guerra no es la solución del pasado colonial, sino otra forma de seguir en el enfrentamiento y la negación.

Igualmente, existen otras importantes lecturas de la actual guerra de Ucrania. La hipótesis más apropiada, que cada vez tiene más argumentos y seguidores, es que, en realidad, la Guerra Fría nunca acabó. En los años 1989-1991 no se resolvió la rivalidad entre las dos superpotencias: la URSS y los EE.UU. sobre quién es mejor y quién debe dominar el mundo. En este momento, este mismo duelo suspendido por la desaparición de la URSS, disfrazado y llevado a las nuevas circunstancias mundiales, se juega y trata de convertirse en una guerra abierta que exige un final definitivo. ¿Vamos a ser testigos y conocer el desenlace de esta guerra? Siempre y cuando no se llegue a utilizar el arsenal atómico destructivo que, como se sabe, puede provocar daños irreparables a la humanidad, podremos ver el final.

Los analistas rusos o prorrusos, por su parte, hacen una fuerte propaganda de la lectura de la guerra como enfrentamiento inevitable entre Rusia y la OTAN. No obstante, sí hay países interesados en la organización la OTAN, como Reino Unido y Polonia, de ir contra Rusia en la guerra, lo cual no se puede decir con seguridad para el resto de los miembros. En su mayoría, los que son parte de la Alianza Atlántica no tienen voz para opinar, solo para cumplir órdenes que vienen desde Washington. Si la guerra llega a ampliarse e incluir la OTAN, esto no significaría que todos los 30 miembros estarían en ella, porque lo consideran una necesidad. En los últimos días del mes de octubre y de noviembre del 2022, la tensión es mayor que nunca. Varios países son presionados por la OTAN para enviar sus reservas de armas a Ucrania, sin importar la opinión de la población. Ejemplo del descontento de la población de países miembros de la OTAN que no quieren seguir en la guerra, son República Checa y mi país natal, Bulgaria.  

Los últimos acontecimientos muestran una resistencia desde adentro de la ciudadanía rusa por luchar en una guerra que no consideran suya y de desertar por las fronteras para buscar refugio en países vecinos. Simultáneamente, en las últimas semanas se evidencia el fortalecimiento de las filas ucranianas para recuperar una parte importante del territorio disputado con Rusia. ¿Cuál es su interpretación concreta sobre estos dos fenómenos recientes?

Es cierto que la movilización que convocó el presidente Putin para complementar su ejército con soldados de la reserva ha provocado la salida de jóvenes rusos de su patria por negarse a ir a la guerra. Estos rusos no quieren vivir en un Estado cada vez más aislado de Europa y del Occidente. No obstante, los medios de comunicación no logran ofrecernos una visión suficientemente amplia para entender lo que sucede en Rusia y, más qué todo, por qué sucede. El sentimiento de identidad nacional “soy ruso y apoyo mi nación” no es nada débil en el país. Al revés, es fuerte y siempre ha sido un sentimiento patriótico bastante elevado. Pero, igualmente, este sentimiento está acompañado de pensamientos contradictorios: “no politizar lo que sucede, no opinar en voz alta sobre lo que pasa, acomodarse y ver lo que pasa, no traicionar las raíces nacionales, pero tampoco morir con fusil en la mano en una guerra, allá donde un enemigo que otrora era simplemente un vecino”. De estas reflexiones no se habla en los medios.

Para los rusos, que viven en un Estado tan poco democrático y tan conservador, lo primero que sucede es la pérdida del interés hacia lo político y opinar se convierte en algo que no se puede hacer abiertamente ejerciendo el derecho ciudadano. Segundo, para los rusos no existen canales y medios para expresar libremente lo que sienten si se quedan dentro de Rusia. La censura es más fuerte que antes. Pero no se trata de algo nuevo. Desde la época de los zares rusos y los comunistas soviéticos, no hablar y autosilenciarse es la práctica común. Por otra parte, los avances de las tropas ucranianas son muestra de que tienen un ejército muy bien apoyado por la logística de la OTAN, puede tener grandes éxitos y provocar cambios en el desarrollo de la guerra. No obstante, una guerra se mide solo cuando termina. No se sabe qué va a pasar hasta el final, nada es definitivo. La guerra es acción e incertidumbre hasta el último día.

¿Cree que la ceremonia de parte de Putin de los territorios anexados tenga algún efecto dentro de la población que los habita, o como afirma Biden son una “farsa”?

Los testimonios de los habitantes de las regiones de Donbas, son una fuente valiosa para entender la guerra. La población que se identifica como rusa o prorrusa y vive en la región de Donbas en su gran parte se siente beneficiada por ver que ya es parte de Rusia. Esto fue su objetivo de insurrección en los años 2014 y adelante. Sin embargo, el presidente Joe Biden no parece entender o dar aceptación, la razón es que su posición es prolongar la guerra a toda costa.

Como dije anteriormente, la guerra es algo dinámico y cambiante. La población en las regiones anexadas por Rusia no puede pensar que ha llegado la paz para ellos. La guerra sigue. Pero ¿están dispuestos a experimentar todas las consecuencias de lo que va a suceder? Un amigo colombiano, que estuvo en Ucrania con la ACNUR, contaba que le tiene una gran estima a la gente de la región de Donbas: son fuertes y decididos. Estarán allá asumiendo todo para lograr defender su tierra y derechos de ser diferentes del resto de Ucrania. En esta región la guerra inició en 2014 y durante ocho años entre 12 y 13 mil habitantes murieron. Esta gente no se rinde, por tanto los respeto mucho, fue la conclusión de su relato.

¿Considera que tanto la Unión Europea como la OTAN tendrán la voluntad política y el resorte económico para sostener sus posiciones frente a un conflicto que parece sostenerse más de lo esperado en el tiempo?

Cuando inicia una guerra, con causas profundas, nadie le puede poner un tiempo de caducidad y decidir cuándo tiempo debe extenderse. La Primera Guerra Mundial inició un martes, 28 de julio de 1914. Los soldados se fueron con canciones a las trincheras; los gobernantes les prometieron que regresarían para Navidad y celebrar la victoria. Todos sabemos lo que sucedió. Los soldados que sobrevivieron los horrores de la guerra regresaron cuatro años más tarde exhaustos, sin fe en la humanidad y su futuro. Los muertos se quedaron en los campos de batalla para siempre. La guerra de Ucrania, según Henry Kissenger, se parece, en ciertos aspectos, a la Primera Guerra Mundial. En términos del gran historiador Eric Hobsbawm, aquella guerra tenía propósitos ilimitados. La guerra de Ucrania igualmente: cada bando está seguro en su victoria total y no quiere ceder ni un centímetro. El mundo va mal justo cuando se llega a los extremos, cuando se olvida de que los humanos son frágiles, cuando la vida se va en pelear y no en vivir, cuando convivir con los otros parece extraño, parece que nunca se hizo, que es imposible.

En el corto plazo ¿cuál es la apuesta de la Unión Europea frente a la crisis energética que se avecina con la llegada del invierno?

La Unión Europea sufre su crisis más profunda provocada no solo por la guerra de Ucrania, sino como resultado de las decisiones precipitadas y absurdas que ha tomado: cambiar la política energética en unos meses, cuando esto tardaría años. Todo tiene sus consecuencias, cada cambio brusco no preparado, es arriesgado. Hace unas semanas, la directora del Banco Central Europeo, Cristine Lagarde, aseguraba que no hay inflación en Europa. Estos días el director de Deutsche Bank, Cristian Sewing, explicó que no podía actuar antes porque nadie podía haber previsto que la inflación venía. En la eurozona en el mes de octubre la inflación superó los dos dígitos. Igualmente, en Alemania, ha subido más de 10%. En los países bálticos es más del 20%. Para la UE la guerra de Ucrania es la prueba de su existencia, de sus capacidades de sobrevivir lo que ella misma se hizo.

¿Qué impacto tendrá esta crisis en el resto de los países del mundo?

Para América Latina, la guerra de Ucrania se siente más que todo por los efectos secundarios: la subida de los precios del petróleo, el gas, el fortalecimiento del dólar, la falta de fertilizantes, etc. Pero la situación actual es una oportunidad para los países latinoamericanos que quieren apostar en la producción agrícola y aparecer en los mercados internacionales cuando los granos de Rusia y Ucrania ya son escasos.

África sufre y tiene que asumir unas consecuencias muy duras por la guerra de Ucrania. Los especialistas hablan de una crisis alimentaria provocada por el alza de los precios de los alimentos y el combustible. Las Naciones Unidas advierten que el continente africano es el que más padecerá, mientras no se resuelva el asunto de dejar salir los granos de Ucrania y Rusia por el Mar Negro. Sin embrago, otros expertos afirman que los granos que están detenidos en los puertos en la zona de guerra, en su mayoría no irían a África, sino a Europa.

Asia, con seguridad, logró ser una región que se aprovecha de la guerra: Rusia vende cada vez más gas a la India y China. Por no poder seguir con las ventas en Europa, Gazprom ruso logra enviar su gas lejos de Europa; por tanto, lejos de las sanciones de la UE.

¿Cuál considera usted que es el rol que está jugando China frente a este conflicto? China siempre ha apostado a la no injerencia en los asuntos de otros países y apoyar el multilaterismo. Para China, el discurso de coexistencia pacífica no es una pose, sino una posición que ha defendido durante décadas. Ahora, queda claro que China no quiere entrar en un conflicto que considera que es local, ruso y europeo. No obstante, el gigante asiático no pierde el panorama internacional. La OTAN no solo está contra Rusia y apoya a Ucrania. En la cumbre de la OTAN de Madrid de junio de este año, China fue anunciada como el otro enemigo de la Alianza. Para China esto es una advertencia de que después de la guerra de Ucrania, los Estados Unidos pueden ir contra ella. Pero el confucionismo y el taoísmo dan suficiente madurez a la nación asiática: no cambiar sus posturas y precipitarse. El mundo está cambiando sin que China intervenga. Qué será del mundo después de la Guerra de Ucrania, sigue todavía por decidirse.

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