Artículo escrito en junio de 2022 En enero del 2022, la administración del presidente Joe Biden hizo una promesa: en el momento en el que Rusia osara llevar a cabo una nueva incursión militar en Ucrania, el gobierno estadounidense respondería “implementando sanciones con consecuencias masivas que no fueron consideradas [tras […]
Artículo escrito en junio de 2022
En enero del 2022, la administración del presidente Joe Biden hizo una promesa: en el momento en el que Rusia osara llevar a cabo una nueva incursión militar en Ucrania, el gobierno estadounidense respondería “implementando sanciones con consecuencias masivas que no fueron consideradas [tras la anexión rusa de Crimea] en el 2014” (Casa Blanca, 2022a).
Un mes después, con el anuncio del presidente ruso Vladimir Putin del inicio de “operaciones militares especiales” en el territorio ucraniano, Estados Unidos empezó a cumplir su promesa.
Desde el inicio de la guerra, el gobierno estadounidense, a cabeza de sus aliados y socios en Europa y el resto del mundo, ha actuado en por lo menos 36 ocasiones para castigar y aislar a Rusia (Brown, 2022). Las medidas incluyen la imposición de sanciones financieras a entidades e individuos rusos, la aplicación de restricciones comerciales a la exportación de tecnología y bienes de lujo, el impedimento de acceso al espacio aéreo estadounidense de aeronaves rusas, la expulsión de grandes bancos rusos del sistema SWIFT y la prohibición de la importación de recursos energéticos rusos. El Fondo Monetario Internacional prevé que estas medidas resulten en una contracción de la economía rusa de 8,5% en el 2022 (FMI, 2022).
La administración Biden también ha respondido apoyando a Ucrania en su defensa territorial. Según el Centro de Investigación del Congreso (CRS, 2022), solo en el periodo del 25 de febrero al 6 de junio, el presidente ha transferido US$4 mil millones en equipo de defensa a las fuerzas armadas de Ucrania, incluyendo sistemas lanzamisiles, drones armados, helicópteros, transportes blindados y armas ligeras. Washington también ha apoyado con capacitación militar, el posicionamiento de 40000 tropas adicionales en el continente y la aprobación a la transferencia de equipo militar a Ucrania por parte de terceros países.
La intervención de Estados Unidos en la guerra en Ucrania ha sido promocionada por oficiales de la Casa Blanca (2022b) como una muestra de unidad del mundo libre ante la agresión de una Rusia autocrática empeñada en poner en tela de juicio las reglas del orden liberal internacional. Al hacer que Moscú pague por su agresión, se espera disuadir a Rusia y a otros países autocráticos de tomar acciones similares en el futuro.
Sin embargo, estas motivaciones estratégicas internacionales solo cuentan parte de la historia, por ejemplo, estas no terminan de explicar por qué Estados Unidos no actuó de igual manera en el 2014 y por qué ahora sí lo hace. Se argumentará que existen consideraciones de política doméstica que tienen igual si no mayor peso para explicar por qué Estados Unidos ha actuado como lo ha hecho. Estas también nos muestran que Biden se encuentra hoy entre la espada y la pared, poniendo en duda la continuidad de la política estadounidense de mano dura contra Rusia.
Un entorno político doméstico turbio
Puede que, en el escenario mundial, el gobierno a cabeza de Biden se muestre vigoroso e irrestricto en su ejercicio del poder, pero al nivel doméstico, este es un gobierno maniatado, impopular y en riesgo de perder aún más margen de maniobra, características que lo obligaron a actuar con firmeza ante la invasión rusa de Ucrania, menos por convicción que por necesidad. Estas características se desarrollan en los siguientes párrafos.
En primer lugar, la administración Biden se enfrenta a un entorno político adverso, que le ha impuesto obstáculos insuperables para avanzar en su agenda doméstica. El reto inmediato yace en el Senado. Si bien el partido demócrata tiene una mayoría técnica de escaños—con 50 de los 100 senadores, más el voto de la vicepresidenta Kamala Harris en casos de empate—estos no son suficientes para superar las reglas procedimentales que requieren de una supermayoría de 60 votos para dar fin a los debates y pasar a decidir sobre proyectos de ley.
Es de esta manera que el Senado se ha convertido en el cementerio de proyectos impulsados por la administración. El proyecto de promoción de derechos electorales John Lewis, el incremento del salario mínimo al nivel federal a US$15 por hora, la reforma al sistema migratorio y los esfuerzos por reducir los precios de medicina son solo algunas de las muchas iniciativas demócratas que se han estrellado contra el muro de oposición republicana en el Senado.
Peor aún, en algunos casos, los retos han venido del mismo partido demócrata que no siempre ha podido mantener su unidad. En el caso más emblemático, el plan Build Back Better, que con apenas 50 votos habría acelerado la transición energética y expandido la seguridad social en el país, fue rechazado por los senadores Joe Manchin y Kyrsten Sinema, demócratas de estados con tendencias de centro-derecha.
De ahí que, enfrentado a un ambiente político de creciente polarización y con poco que mostrar al nivel doméstico, la administración Biden haya tornado al ámbito internacional, en el que, siguiendo la teoría de las dos presidencias de Peterson, el presidente “se beneficia de una independencia, respeto y prestigio que le permiten manejar las relaciones externas del país de una manera bastante autónoma” (1994, 226).
En segundo lugar, Biden es un presidente que, a pesar de su promesa de campaña de ser un líder “que nos represente a todos nosotros, no solo a la base de nuestro partido” (Stevens, 2020), no ha sido exitoso en su lucha contra la polarización y su intento de unir a todos los estadounidenses. Por el contrario, el presidente ha mantenido bajos niveles de favorabilidad, sobre todo de parte de republicanos e independientes.
Según el promedio de encuestas realizado por FiveThirtyEight (2022), Biden inició su presidencia con una favorabilidad de 53% y una desfavorabilidad de 36%, cifras marcadamente mejores que las de Donald Trump al inicio de su presidencia, de 45,4% y 42,5%, respectivamente. Desde entonces, ese balance positivo inicial ha tendido a la baja, cruzando a territorio negativo el 30 de agosto del 2021, el día de la tempestuosa retirada de Estados Unidos de Afganistán.
En los meses posteriores, la desfavorabilidad de Biden solo ha crecido. Ya para el inicio de la guerra en Ucrania, Biden contaba con una favorabilidad de apenas 42,1% y una desfavorabilidad de 52,7%. Las cifras por identificación partidaria son aún más dicientes. En una encuesta realizada por ABC News entre el 20 y 24 de febrero, 86% de republicanos y 61% de independientes desaprobaban de su gestión, distinto del 77% de demócratas que lo favorecía (Balz, Clement & Guskin, 2022).
Esa opinión negativa del presidente contribuye a la tercera característica del actual entorno político estadounidense: que si las cosas van mal para Biden y su margen de maniobra, pueden terminar mucho peor. Específicamente, en noviembre del 2022, se llevarán a cabo las elecciones de medio mandato, en las que todos los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 34 de los escaños del Senado estarán en la contienda.
Los resultados de elecciones de medio mandato pasadas muestran que el partido del presidente suele ser severamente castigado en ellas. Datos agregados por el American Presidency Project (2018) muestran que, de las 12 elecciones de medio mandato que se han realizado desde 1974, el partido del presidente de turno ha perdido escaños en la Cámara en 10 de ellas, con un promedio de 23 escaños perdidos al partido de oposición. En el caso del Senado, el partido en control de la Casa Blanca ha perdido escaños en 8 de las 12 elecciones, con un promedio de 3 escaños perdidos.
Para los demócratas, que apenas tienen una ventaja de 2 representantes en la Cámara y una mayoría técnica mínima en el Senado, estas elecciones podrían representar el fin de su control del Congreso y, así, el final temprano de la presidencia efectiva de Biden.
La salida internacional
Fue en medio de estas corrientes cruzadas que la Casa Blanca avizoró una salida política – y hasta un impulso para su favorabilidad – en su participación más activa en la guerra en Ucrania.
La oportunidad surgió de la respuesta ferviente del público estadounidense a la guerra. Según una encuesta de YouGov y Yahoo News realizada entre febrero 24 y 27, 86% de estadounidenses dijeron que la invasión de Rusia en Ucrania era “algo importante” o “muy importante” para ellos (Romano, 2022).
Quizás más sorpresivo aún, la guerra se convirtió en un inusual asunto de consenso bipartidista. De enero a marzo, la percepción de la guerra como una gran amenaza para los intereses estadounidenses creció del 26% al 50%, con tanto demócratas como republicanos respondiendo de esta manera (Pew Research Center, 2022). Números elevados de miembros de ambos partidos también coincidieron en su deseo de ver a la administración actuar con vigor frente a Rusia: para marzo, 81% apoyaba más sanciones para Rusia, 80% aprobaba de la prohibición de compra de petróleo ruso y 74% llegó a querer ver a la OTAN imponer una zona de exclusión aérea (Lange, 2022).
Estas cifras son importantes porque la literatura (Aldrich et al., 2006; Foyle, 2017) muestra que los asuntos de política internacional tienen un impacto sobre la decisión de voto de los electores y, en la medida en la que pueden darle una victoria o derrota electoral, las posturas de política exterior del público influencian la toma de decisiones de gobiernos de turno. Esto es especialmente cierto cuando un presidente está en su primer mandato, y para asuntos internacionales que han sido cubiertos ampliamente por los medios, como ha sido el caso de la guerra en Ucrania.
Dada la circunstancia de parálisis doméstica y los incentivos electorales, no es de sorprender que el presidente haya actuado dándole al público lo que quería, incluyendo las sanciones a Rusia y ayuda a Ucrania que se mencionaron al inicio.
El apoyo de los dos partidos ha sido clave para poner estas medidas en acción. Por ejemplo, desde el inicio de la guerra, el presidente solicitó en dos ocasiones que el Congreso aprobara paquetes de ayuda para Ucrania, uno en marzo de US$13,6 mil millones y el otro en mayo de US$40,1 mil millones. En ambos casos, miembros de ambos partidos votaron masivamente a favor de la propuesta del presidente, incluyendo 36 senadores republicanos para el segundo paquete.
Las condiciones estaban entonces dadas para que Biden se beneficiara de una guerra en la cual el gobierno de Estados Unidos ponderó no solo los beneficios geopolíticos sino también los electorales y de política doméstica.
Entre la espada y la pared
La estrategia de Biden en Ucrania ha dado frutos en cuanto a los objetivos geopolíticos. La ayuda estadounidense – tanto militar como en inteligencia y humanitaria – ha contribuido a la defensa de Ucrania, imponiendo obstáculos y duras lecciones para Rusia y otros países aventuristas. Estados Unidos también ha sabido sacar provecho frente a sus aliados europeos, finalmente logrando conseguir un compromiso alemán de incrementar su gasto en defensa y demostrando la continua relevancia de la OTAN.
Pero del lado de los objetivos domésticos, los resultados no han sido los esperados. Por el contrario, las decisiones tomadas han creado nuevos problemas para la administración.
Este ha sido el caso del precio de los productos energéticos, los cuales han tendido al alza en los meses desde el inicio de la guerra, generando un efecto cascada sobre el precio de otras categorías de productos, incluyendo los de consumo básico.
El incremento se ha dado por diversos factores, entre ellos presiones inflacionarias previas generadas por el incremento desmedido en el gasto fiscal (Prokop, 2022) y disrupciones a las cadenas de suministro por la pandemia de COVID-19 (Ponciano, 2022). Sin embargo, las prohibiciones a la compra de productos energéticos por EEUU y sus aliados han contribuido significativamente a un salto notable en los meses siguiendo el inicio de hostilidades. Así, el precio promedio nacional de la gasolina en EEUU se disparó de febrero a junio, de US$3.54 a US$4.93 por galón (AAA, 2022), un incremento del 39,3%.
Con el incremento en los precios y el paso del tiempo, el interés del público estadounidense en la guerra también ha cambiado. Según una encuesta de Gallup (2022) realizada en mayo, para 21% de estadounidenses, el “alto costo de vida/inflación” y el “costo de la gasolina” son los problemas más importantes a los que se enfrenta el país, un incremento frente al 11% que respondió de esta manera en febrero. Por su parte, apenas 3% dice que la “situación con Rusia” es el problema más importante, cuando en marzo, ya después de iniciada la guerra, 9% de los encuestados daban esa respuesta.
La ola de desinterés en la guerra ha venido acompañada de una creciente reticencia por miembros de ambos partidos en el Congreso de aprobar nuevas medidas de ayuda. Recientemente, algunos congresistas de alto perfil, como la senadora demócrata y ex candidata a la presencia Elizabeth Warren, han amenazado con no apoyar futuras iniciativas a menos que se de una mejor rendición de cuentas del uso que se la ha dado a la ayuda enviada por el gobierno estadounidense (Desiderio, Seligman & O’Brien, 2022).
Todo lo anterior ha resultado en el caso más infortunado para el presidente: habiendo seguido el deseo del público, Biden creó unas condiciones económicas indeseadas que no mejoraron sino que desmejoraron su favorabilidad. Al 24 de junio, cuatro meses después del inicio de la guerra, Biden tiene una favorabilidad del 39,7% y una desfavorabilidad del 55%, las peores cifras de toda su presidencia, y peor aún que las de Trump a este punto de su mandato (FiveThirtyEight, 2022).
El último presidente que se enfrentó a una situación similar fue el demócrata Jimmy Carter. Si el pasado es indicio de lo que está por venir, los demócratas no solo perderán el Congreso en el 2022, sino la presidencia en el 2024.
Futuro incierto
La Casa Blanca está ahora ante un sinnúmero de callejones sin salida. Difícilmente puede extraerse de la guerra cuando ya llevó a sus aliados europeos a posturas comprometedoras. Y las acciones titubeantes que Biden ha tomado hasta la fecha le han salido en contravía.
Su otorgamiento de concesiones para la perforación de nuevos pozos de petroleo en terreno del gobierno federal ha sido criticado como una medida que tomará tiempo en afectar los precios y contrario a sus planes de transición energética (Viser & Phillips, 2022). Mientras tanto, su plan de reducir los impuestos a la gasolina por un periodo de tres meses ya está siendo denegado tempranamente tanto por congresistas republicanos como demócratas.
Peor aún, una recesión se avecina, con incrementos históricos a la tasa de interés oficial por la Reserva Federal, que tienen como objetivo detener la inflación.
La administración Biden se involucró en la guerra en Ucrania movido tanto por necesidad como por interés político. Pero lo que se mostraba como una salida resultó siendo una trampa de la que ya no puede escapar. Entre la espada y la pared, se le van acabando las opciones – y el tiempo – a esta administración.
Referencias
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Aldrich, J.H., Gelpi C., Feaver, P., Reifler, J. & Thompson Sharp, K. (2006). Foreign policy and the electoral connection. Annual Review of Political Science, 9, p. 477-502. https://doi.org/10.1146/annurev.polisci.9.111605.105008
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Balz, D., Clement, S. & Guskin, E. (2022). Post-ABC poll finds a deeply pessimistic nation, worried about the economy and Biden’s leadership. The Washington Post. https://www.washingtonpost.com/politics/2022/02/27/biden-post-abc-poll/
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Casa Blanca. (2022b). Remarks by President Biden Announcing Actions to Continue to Hold Russia Accountable. The White House. https://www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2022/03/11/remarks-by-president-biden-announcing-actions-to-continue-to-hold-russia-accountable/
Desiderio, A., Seligman, L. & O’Brien, C. (2022, Junio 2). Pentagon vs. Congress tension builds over monitoring billions in Ukraine aid. Politico. https://www.politico.com/news/2022/06/02/congress-pentagon-ukraine-aid-oversight-00036463
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David Mauricio Castrillón Kerrigan
Docente Investigador – OASIS
Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales
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