Este texto pretende enfocarse en analizar algunos casos en los que se ha evidenciado un cambio en las dinámicas del empleo público gracias a la inclusión de tecnologías disruptivas (Inteligencia Artificial y uso de algoritmos, por ejemplo), así como plantear un esbozo de algunas lecciones que podemos aprender de la implementación de dichos cambios, en términos de un futuro en el empleo público.
Es innegable la fuerte influencia que actualmente tiene el uso de nuevas tecnologías digitales o computacionales en el mercado laboral. Diariamente podemos observar la manera en que surgen herramientas que buscan facilitar la gestión de datos, pasando por su recolección, análisis y presentación de resultados, lo que influye directamente en varios procesos y actividades en el mundo laboral. El empleo público evidentemente no es una excepción y, ante la llegada de estas tecnologías, surgen una gran cantidad de interrogantes que van desde la manera en que se debe emplear esta tecnología para la selección de personal hasta la posibilidad de pensar en la forma en que estas nuevas herramientas llegarán a reemplazar parcial o totalmente la función del empleado.
El presente texto pretende enfocarse en analizar algunos casos en los que se ha evidenciado un cambio en las dinámicas del empleo público gracias a la inclusión de tecnologías disruptivas (Inteligencia Artificial -IA- y uso de algoritmos, por ejemplo), así como plantear un esbozo de algunas lecciones que podemos aprender de la implementación de dichos cambios, en términos de un futuro en el empleo público en el que dichas tecnologías se adoptarán para modificar labores que actualmente son ejecutadas por seres humanos. De esta manera, se plantea el interrogante de si la inteligencia artificial y las demás tecnologías disruptivas cambiarán las dinámicas del empleo a tal punto que deje de ser necesario el empleo de seres humanos, o si bien se trata de una cuestión de adaptación a las circunstancias.
Si bien es cierto que esta afirmación puede llegar a sonar categóricamente alarmista, esta es una pregunta que en más de una ocasión se ha planteado a lo largo de la historia. Particularmente, esta pregunta comenzó a resonar en las mentes de los trabajadores desde la primera revolución industrial, cuando las máquinas a vapor reemplazaron paulatinamente a varias maquinarias -y a sus operarios- gracias a la optimización de tiempos y mecanización de tareas. El principal resultado fue un mayor rendimiento en los procesos de producción y una reducción en los costos de producción, aunque también hubo una modificación en los tipos de trabajos que desempeñaban las personas. Desde ese momento, surgió el pensamiento de la posibilidad de un reemplazo total en las labores hasta ahora realizadas por los humanos para que estas actividades sean enteramente manejadas automáticamente.
En este sentido, es interesante la postura de J. M. Keynes (1930), quien afirmó que “Sufrimos, no los reumáticos de la vejez, sino los dolores crecientes de los cambios demasiado rápidos, el dolor del reajuste entre un periodo económico y otro”, refiriéndose a que el aumento de la eficiencia técnica en su tiempo se produjo de manera más rápida de lo que se podría abordar el problema de la absorción de mano de obra. Keynes también afirma que la mejora del nivel de vida, para su época, fue demasiado rápida. Entonces, ¿Qué nos diferencia de los cambios vertiginosos que advirtió Keynes en su tiempo?
La respuesta es el manejo de la información. Las dos primeras revoluciones tecnológicas se asociaron al uso de nuevas energías (hidráulica y maquinarias a vapor) y a la producción en serie, mediante el uso de energía electromecánica. La tercera revolución se centró en la automatización y la cuarta en la informatización y la transformación digital, la cual está sucediendo desde mediados del siglo pasado, caracterizada por una fusión de tecnologías que está, según Schwab (2020), difuminando las líneas entre las esferas física, digital y biológica. Dentro de esta última revolución, se ubica la llegada de la inteligencia artificial y otras tecnologías disruptivas que, en definitiva, han mejorado los procesos en múltiples áreas del empleo, incluyendo al empleo público. En este sentido, voces optimistas y pesimistas se elevan respecto a la opinión del uso de esta clase de tecnologías en las labores cotidianas.
Corvalán (2019) menciona como casos citables de reemplazo de mano de obra humana por tecnologías industriales a Foxconn, que desplazó en 2016 aproximadamente a 60.000 empleados introduciendo robots en sus procesos de producción para realizar tareas repetitivas y a Amazon, que ha buscado invertir en miles de robots en los últimos años para encargarse de sus labores más rutinarias y mecánicas. A pesar de lo anterior, el autor plantea que fenómenos de esta naturaleza no afectan los niveles de empleo a nivel global, (INTERNATIONAL FEDERATION OF ROBOTICS, 2018, P. 14; INTERNATIONAL MONETARY FUND, 2018). Sustenta su afirmación tomando como ejemplo a los cinco principales países líderes en robótica: China, Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y Alemania. En conjunto, abarcan el 73% del volumen total de las ventas globales. Luego de contrastar la capacidad robótica con la tasa de desempleo de cada uno de ellos, el autor observa que la tasa de desempleo de estos países se mantiene estable e incluso desciende en algunos casos. Esto se puede explicar por el desplazamiento laboral de ciertas actividades (por ejemplo, trabajos en call center) a otras (como trabajadores que entrenan algoritmos y chatbots). Unas personas se quedan sin empleo y otras se incorporan a la fuerza laboral.
Es de considerar que las tecnologías son concebidas como herramientas diseñadas para facilitar los procesos y actividades que desempeña el ser humano y, a pesar del temor que podría generarse por el uso de estas herramientas, su uso tiene el potencial de mejorar la calidad de vida de las personas, ya sea de manera individual o comunitaria.
El uso de tecnologías disruptivas como la Inteligencia Artificial y el uso de algoritmos actualmente se ve en múltiples aplicaciones relacionadas con integración predictiva, comercio y gobernanza de redes. En el caso del empleo público, se ha buscado que el uso de estas herramientas se adapte al manejo de labores repetitivas y monótonas, que busquen orientarse hacia la mejora de los procesos asociados al manejo administrativo y ejecutivo para así orientar los esfuerzos de los empleados públicos hacia el análisis de la información enfocada a una mejor toma de decisiones. Tal es el caso de Prometea, un sistema desarrollado y utilizado por la ciudad de Buenos Aires, Argentina, que aplica instrumentos de Inteligencia Artificial para facilitar la gestión de dictámenes judiciales.
Sus desarrolladores afirman que su implementación se asocia con un nuevo enfoque de trabajo, que pretende aplicar la IA como parte del desempeño laboral del empleado público para facilitar las prácticas del sistema de justicia. De este modo, afirman que el uso de este sistema ha permitido generar grandes mejoras en términos de eficiencia, que no se han asociado a una desvinculación de personal, sino a la reconversión de las tareas y actividades que usualmente se asignaban al personal calificado de la rama judicial. Los pilares de Prometea corresponden a gobernanza de datos, identificación y cuantificación de procesos institucionales, reingeniería de procesos, calidad de procesos, construcción de árboles de decisión para cada proceso, elaboración de modelos estandarizados de soluciones de tipo jurídico y la identificación de palabras clave para cada proceso.
Dentro de sus logros se destacan la reducción de 90 minutos a 1 minuto para resolver pliegos de contrataciones (99%), la disminución de 167 a 38 días (77%) en procesos de requerimiento a juicio, la reducción de 190 a 42 días (78%) para amparos habitacionales con citación de terceros y la disminución de 160 a 38 días (76%) para amparos habitacionales no autosuficientes, entre otros. De esta manera, sus desarrolladores estiman que los expedientes pasaron de concluirse de 3 meses a 5 días como máximo. Básicamente, estas mejoras en los tiempos permitieron que los profesionales encargados de la labor judicial pasaran a realizar tareas más analíticas, en las que se revisaran casos de tipo más complejo que requirieran de un procesamiento más profundo, mejorando también la calidad de sus dictámenes en casos específicos.
Lo anterior también permitió que se pudiera dedicar más tiempo a ejecutar actividades más estratégicas orientadas a la mejora de procesos, capacitaciones y estudios de adopción de buenas prácticas internacionales, entre otras. De este modo, el gobierno de Buenos Aires plantea a Prometea como un ejemplo de generación de valor público institucional.
Lo anterior nos lleva a pensar que no se trata del Qué, sino del Cómo: Es pertinente considerar que la Inteligencia Artificial debería asumirse principalmente como una herramienta a utilizarse de forma combinada con el proceso de pensamiento estratégico institucional, de tal manera que se encargue -al menos por ahora- de las tareas más repetitivas y que requieren de un menor criterio de decisión. La automatización en el manejo de información en el sector público debería ligarse como una herramienta de búsqueda y análisis básico de datos para facilitar la gestión, no para efectuar el proceso de toma de decisiones en sí mismo. Por otra parte, también es necesario considerar el objetivo final de los ejercicios de gobernanza y administración pública. En este punto, Muñoz (2020), al abordar el concepto de "gobierno digital (y abierto)", menciona la interoperabilidad entre administraciones públicas, generando de esta manera un intercambio y colaboración, buscando acercar la administración a los ciudadanos a través de la implementación de todas las herramientas tecnológicas existentes.
En este sentido, podemos concluir que, antes de pensar si una IA nos reemplazará en nuestra gestión laboral, debemos pensar en cómo deberíamos integrar estas herramientas para mejorar nuestras actividades dinamizando así la efectividad en el sector público orientado a la satisfacción de las necesidades del ciudadano. Así, la labor de decisión final debe dejarse al ser humano, con base en los resultados lógicos que plantea la IA en el desarrollo de su labor de búsqueda, predicción y organización de datos. A pesar de los grandes avances que ha presentado el desarrollo de estas tecnologías, la capacidad de adoptar posiciones éticas y las consideraciones emocionales dentro de sus decisiones son habilidades que no ha podido emular hasta el momento ningún lenguaje de programación algoritmos o inteligencias artificiales y es el factor principal que resalta la necesidad de continuar contando con las cualidades del trabajador humano, tanto en el sector público, como en el empleo en general.
Corvalán, J. (2019) El impacto de la inteligencia artificial en el trabajo. Revista de Direito Econômico e Socioambiental, Curitiba, 10(1), 35-51.
Estevez, E., Linares Lejarraga, S., Fillottrani, P. (2020). Prometea: Transformando la administración de justicia con herramientas de Inteligencia Artificial. Banco Interamericano de Desarrollo.
Keynes, J. M. (1930). Posibilidades económicas para nuestros nietos. Harcourt Brace.
Muñoz, R. (2020). Las TIC en la Administración Pública. La inteligencia Artificial ante una perspectiva de derechos. Editorial Astrea.
Schwab, K. (2020). La Cuarta Revolución Industrial. Futuro Hoy, 1(1). 6-10. https://doi.org/10.52749/fh.v1i1.1
Javier Leonardo Valero Sánchez
Estudiante III semestre
Maestría en Gobierno y Políticas Públicas
javier.valero@est.uexternado.edu.co
ISSN ELECTRÓNICO: 2344-8431
ISSN IMPRESO: 0123-8779