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Imagomundi
3 de febrero de 2015

Violencia sexual: el silencio de un crimen. Colombia y Congo

La violencia sexual, bajo el marco de conflictos armados, no es un fenómeno de reciente aparición en las guerras contemporáneas. Por el contrario, ha tenido lugar en buena parte de los conflictos armados a lo largo de la historia. Por ejemplo, en la Primera y la Segunda Guerra Mundial fue una práctica común, y también se ha presentado más recientemente en conflictos como el de Bosnia-Herzegovina y el de la antigua Yugoslavia.

Según un reporte de 2002 de Amnistía Internacional (Comite Internacional de la Cruz Roja [CICR], 2014), la violencia sexual aún se presenta en muchos conflictos y es el delito con mayor impunidad, pues sigue siendo ignorado e invisible, a pesar de que representa uno de los casos más atroces en cuanto a repertorios de violencia. En la mayoría de los casos, las víctimas son las mujeres, que representan la base de la sociedad, razón por la cual cualquier acto impuesto por la fuerza, coerción o maltrato físico hacia ellas puede destruir el tejido social (Amnistia Internacional, 2002).

Ahora bien, teniendo en cuenta la relevancia del tema, es pertinente analizar si la violencia sexual tiene una funcionalidad en las estrategias de los actores armados o es, simplemente, producto de una oportunidad fortuita, en la que las mujeres son el botín de guerra. El análisis se realizará a nivel subnacional: para el caso colombiano en Bahía Portete (departamento de La Guajira), y el caso congolés en la Provincia de Kivu Septentrional.

Violencia sexual: del papel a la realidad

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la violencia sexual es “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada” (1993).

En ese sentido, es necesario identificar cuáles actos se pueden catalogar como violencia sexual. Según el informe del Secretario General de la ONU (2006) y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), se puede decir que la violencia sexual comprende un amplio repertorio de actos como: el coito sexual intentado o forzado, el abuso sexual de menores, la mutilación genital, el acoso sexual, la iniciación sexual forzada, la prostitución forzada, la trata con fines sexuales, el contacto sexual no deseado, la esclavitud sexual, el embarazo forzado y la esterilización forzada.

Por un lado, la violencia sexual puede ser adoptada por los comandantes de los grupos armados como una estrategia de guerra contra poblaciones particulares con el objetivo de obtener información, y como una herramienta para castigar y aterrorizar a sus contrincantes. Por otro lado, la violación puede darse como una práctica de guerra que se presenta incluso cuando no trae ningún beneficio estratégico. Sin embargo, los comandantes toleran las violaciones porque su prohibición efectiva puede tener costos bastante altos, como la pérdida de comandantes con experiencia en el campo.

De acuerdo con Wood (2012), es importante analizar en qué casos la violencia sexual es una estrategia o una práctica en tiempos de guerra. Cuando los líderes de grupos armados consideran que la violencia sexual es contraproducente para sus intereses, ésta se presenta poco, mientras que si existe una organización con instituciones fuertes que promueven sus intereses a través del uso de la violencia sexual, los niveles de este fenómeno serán mucho más altos.

Skjelsbaek (2001) expone tres maneras en las que la violencia sexual es percibida como un arma de guerra. En ese sentido, argumenta que la violencia sexual en zona de guerra es un arma dirigida contra todas las mujeres con el fin de reafirmar la masculinidad militarista centrada en el perpetrador; contra mujeres seleccionadas con el fin de atacar la identidad cultural, religiosa o política de las víctimas; y, por último, contra hombres y mujeres seleccionados con el fin de potenciar la identidad de los perpetradores a través de la masculinización, mientras la identidad étnica, religiosa y política de las víctimas es feminizada, teniendo en cuenta que la identidad masculina representa poder y la femenina no.

Bahía Portete: violencia sexual contra las mujeres wayuu

Entre el 18 y el 20 de abril de 2004 se presentó una masacre en Bahía Portete, municipio de Uríbia en la Alta Guajira, ejecutada por aproximadamente 40 o 50 paramilitares del Frente Contrainsurgencia Wayuu, Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)[1], liderado por Jorge 40, excomandante paramilitar y narcotraficante.

Es importante precisar que en la masacre los paramilitares enfocaron sus acciones sobre las mujeres, ya que, en primer lugar, tienen una función muy importante en los aspectos económico, político y cultural; y en segundo lugar, forman parte de la estructura comunitaria de los wayuu, al ser las líderes, y cumplen el papel de mediadoras con el mundo exterior, específicamente con los grupos armados. En este contexto, las mujeres buscan fortalecer la “reivindicación de su autonomía territorial y de gobierno y retar a las políticas de dominio de estos grupos armados” (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2013). En esta masacre los paramilitares recurren de manera “intencionada, pública y diferenciada a la violencia y tortura o violencia sexual contra  las mujeres wayuu por su condición de género y por su carácter de voceras de la comunidad” (CNMH, 2003).

Kivu Septentrional: violencia sexual contra mujeres y niños

El conflicto de la República Democrática del Congo se desarrolló a partir de mediados de la década de los noventa del siglo XX. Sus causas principales fueron la persistente presencia de múltiples grupos armados congoleños y extranjeros, las tensiones entre las comunidades étnicas, la propiedad de la tierra y el control de las riquezas minerales y agrícolas. Es importante resaltar que este conflicto ha dejado al Estado con una profunda vulnerabilidad e inestabilidad política, y ha causado cientos de muertes, violaciones sexuales contra mujeres, matanzas arbitrarias y desplazamientos sistemáticos de civiles, entre otros. La combinación de estos elementos ha configurado uno de los conflictos armados más graves y más difíciles de solucionar

En agosto de 2007 estalló de nuevo el conflicto armado en la provincia de Kivu Septentrional de la República Democrática del Congo, luego de que se había puesto fin a éste en 2003. Los actores principales enfrentados son el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP), las Fuerzas Armadas de la República del Congo (FARDC) y el Ejército nacional. El 23 de enero de 2008, con el objetivo de finalizar el conflicto, se firmó la Conferencia para la Paz entre el CNDP y el gobierno. En dicho acuerdo, los grupos armados se comprometieron a la desmovilización progresiva de sus miembros, al cese al fuego y a poner fin a las violaciones de los derechos humanos, especialmente en relación con los actos de violencia contra mujeres y menores de edad. No obstante,  tanto los grupos armados como las fuerzas armadas del gobierno han continuado ejerciendo actos violentos como homicidios, torturas y abusos o violencia sexual sobre mujeres y menores de edad.

Estos actos, en algunos casos públicos, llegan a perpetrarse frente a los familiares de las víctimas, pues en ocasiones las violaciones pueden tener una motivación étnica o destinarse a aterrorizar y desmoralizar a las comunidades sospechosas de prestar apoyo a sus enemigos.

Violencia sexual en Bahía Portete y Kivu Septentrional: ¿estrategia o práctica de guerra?

Es preciso mencionar que tanto en el caso de Bahía Portete como en el de Kivu Septentrional, el conflicto armado interno se desarrolla entre dos o más actores políticos, tanto grupos armados no estatales como fuerzas del Estado. Así mismo, bajo el marco del conflicto, en términos generales, la población objetivo de estos crímenes puede ser partícipe de oportunidades y obligada a transferir su lealtad y sus recursos (Kalyvas, 2006). Sin embargo, en los casos de estudio, esta lógica corresponde a una estrategia o arma de guerra por parte de los actores armados.

De igual forma, los dos conflictos pueden enmarcarse bajo el escenario de soberanía fragmentada, en el cual la violencia puede presentarse tanto de manera masiva e indiscriminada como selectiva y limitada. En el caso colombiano, la violencia se presenta de las dos formas: la violencia indiscriminada se puede identificar en la masacre generalizada, y la selectiva se puede identificar a través de la violencia sexual contra las mujeres líderes de la comunidad wayuu. Por el contrario, en el conflicto congolés la mayoría de los casos de violencia sexual fue ejercida de manera indiscriminada y masiva contra las mujeres de los adversarios.

De acuerdo con lo expuesto por Wood (2012), es preciso enfatizar que en Bahía Portete los wayuu no son considerados el adversario directo, sino un obstáculo para el ejercicio de las actividades de los victimarios, pues la zona donde aquéllos están establecidos es abundante en recursos y es considerada un territorio estratégico para las rutas del narcotráfico. Por esta razón, la violencia sexual no puede ser considerada como una estrategia de guerra por parte de los paramilitares, sino como una práctica que contribuye y refuerza el objetivo principal de este grupo armado[2], razón por la cual no es un fin en sí misma.

Con respecto a Kivu Septentrional es importante destacar que, según la teoría de Wood (2012), la violencia sexual se presenta como una estrategia de guerra, puesto que los combatientes toman como objetivo principal las mujeres de grupos considerados enemigos con el objetivo de hacer limpiezas étnicas o políticas. Esto se atribuye a que en la zona en disputa los dos grupos armados principales (el CNDP y las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda [FDLR]) son adversarios. A su vez, la violencia sexual es adoptada por los comandantes de estos grupos armados con el fin de obtener información[3], pero, también, como una herramienta para castigar y aterrorizar a sus contrincantes.

Finalmente, de acuerdo con lo expuesto por Skjelsbaek (2001), se puede decir que en el caso colombiano la violencia sexual es un arma de guerra contra mujeres seleccionadas. Se trata de mujeres líderes de la comunidad wayuu que cumplen un papel fundamental. Así, los actores armados atacan la identidad cultural y, por esta vía, afectan la estructura de la comunidad y destruyen su cohesión social.

En el caso congolés, la violencia sexual se presenta, siguiendo a Skjelsbaek (2001), en principio, contra todas las mujeres, con el fin de reafirmar la masculinidad militarista centrada en el perpetrador. No obstante, con el tiempo se ha observado que la práctica ha incluido como objetivo también a los hombres, con el fin de potenciar la identidad de los perpetradores a través de la masculinización, mientras la identidad étnica, religiosa y política de las víctimas es feminizada.

Estrategia de guerra u oportunidad fortuita

El análisis demostró que en el caso de Bahía Portete la violencia sexual es producto de una oportunidad y se orienta más hacia una práctica de guerra contra la mujer, debido al rol de género que les ha asignado su comunidad (wayuu); por el contrario, en el caso de Kivu Septentrional este tipo de violencia corresponde a una estrategia de guerra por parte de los actores armados como forma de limpieza étnica o social, venganza, escarmiento o humillación colectiva, y tiene el objetivo de obtener el control territorial y poblacional por medio del terror

Por último, es importante hacer hincapié en que la violencia sexual es más que una violación a los derechos humanos: representa un medio para conseguir, de manera directa o indirecta, los objetivos e intereses de los grupos armados. Además, no se puede olvidar que los crímenes sexuales son el delito con más impunidad a nivel internacional.


 

Referencias

Amnistía Internacional [AI] (s. f.). Violencia sexual contra mujeres dentro del conflicto armado. Recuperado de https://www.es.amnesty.org/paises/colombia/violencia-sexual-contra-mujeres-dentro-del-conflicto-armado/

Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH] (2010). La masacre de Bahía Portete. Mujeres Wayuu en la mira. Bogotá: Autor.

Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH] (2013). ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad. Informe General Grupo Memoria Histórica. Bogotá: Imprenta Nacional. Recuperado de http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2013/bastaYa/BYColombiaMemoriasGuerraDignidadAgosto2014.pdf

Comité Internacional de la Cruz Roja [CICR] (7 de marzo de 2014). Violencia sexual en los conflictos armados: preguntas y respuestas. Recuperado de http://www.icrc.org/spa/resources/documents/faq/sexual-violence-questions-and-answers.htm

Comité Internacional de la Cruz Roja [CICR] (9 de abril de 2008). ¿Cuál es la definición de “conflicto armado” según el derecho internacional humanitario? Recuperado de

https://www.icrc.org/spa/resources/documents/article/other/armed-conflict-article-170308.htm

Kalyvas, S.N. (2001). La violencia en la guerra civil. Esbozo de una teoría. Análisis Político, 42, 3-25.

Kalyvas, S. N. (2006). The logic of violence in civil war. Cambridge: Cambridge University Press.

Sexual Violence Research Initiative (2010). Violencia sexual en Latinoamérica y el Caribe: análisis de datos secundarios. Recuperado de

http://www.oas.org/dsp/documentos/Observatorio/violencia_sexual_la_y_caribe_2.pdf

Skjelsbaek, I. (2001). Sexual violence and war. Mapping out a complex relation. European Journal of International Relations, 7(2), 211-237.

Wood, E. J. (2009). Violencia sexual durante la guerra: hacia un entendimiento de la variación. Análisis Político, 66, 3-27.

Wood, E. J. (2010). Los procesos sociales de la guerra civil: la transformación de redes sociales en tiempos de guerra. Análisis Político, 68, 101-126.

Wood, E. J. (2012). Variación en la violencia sexual en tiempos de guerra: la violación en la guerra no es inevitable. Estudios Socio-Jurídicos, 14(1), 19-57.

[1] Este frente paramilitar surgió con el objetivo de tomar el control de las rutas del narcotráfico y los aparatos de poder local.

[2] En este caso el objetivo del grupo ilegal es establecerse el territorio donde estaba ubicada la comunidad wayuu con el fin de controlar mayores rutas de droga.

[3] A través actos de tortura, represión e intimidación.


Paula Bejarano Mahecha

Natalia Bolívar Páez

Laura Salcedo Ruiz

Estudiantes de noveno semestre

Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales  

Revista Zero Online
ISSN electrónico: 2344-8431

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