Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

Imagomundi
11 de diciembre de 2014

La UE, Ucrania y el mantenimiento de la paz en sus fronteras

El principal objetivo que se propusieron los fundadores de las comunidades europeas al inicio de la década de los cincuenta fue mantener la paz y no caer de nuevo en conflictos como las dos grandes guerras mundiales. Este proceso –y, por tanto, ese ambicioso objetivo– quedaba abierto a cualquier país europeo con un régimen político democrático.

A esa Europa de seis miembros hasta la actual de veintiocho le han sucedido diferentes eventos que han provocado que la Unión Europea (UE) tuviera que asumir responsabilidades a nivel global que, durante el proceso de integración, únicamente debió asumir a nivel interno. Una de esas responsabilidades es mantener la paz, no sólo dentro de sus fronteras sino también más allá de éstas.

El desmoronamiento del bloque soviético planteó un reto importante a la UE: convertirse en el protagonista de la inserción de todos los nuevos estados surgidos para que pudieran formar parte en un futuro cercano del proceso de integración, que hasta ese momento había sido un éxito de quince estados miembros[1].

El Tratado de Maastricht de 1992 supuso un punto de inflexión en este proceso, ya que creó la que hoy se conoce como la política exterior de la UE y que se propuso, por primera vez, el objetivo de mantener la paz más allá de las fronteras de la Unión Europea. Los dos primeros conflictos en sus fronteras a los que se tuvo que enfrentar fueron los de Bosnia y Kosovo, en 1993 y 1999, respectivamente. Por desgracia, la UE no pudo hacerles frente de manera eficaz con su recién creada Política Exterior y de Seguridad Común, y tuvo que ser la OTAN la que actuara, aunque con la ayuda de los estados europeos, sobre todo de Reino Unido y de Francia.

Con la ampliación hacia el este de Europa[2] se lograba uno de los mayores éxitos de la UE; sin embargo, ampliar las fronteras significa que se va acercando cada vez más a territorios que son, en el mejor de los casos, estados autocráticos (Bielorrusia, Moldavia), y en el peor de los escenarios, países que entran en la esfera de influencia de Rusia, nación que ha demostrado, sobre todo a partir de la década pasada, que desea volver a ocupar un lugar como potencia global en un mundo que dista mucho de aquel en que los gobernantes de este país comenzaron su vida política.

A esto se le suma el hecho de que todos estos países que han entrado a formar parte de la UE lo han hecho primero en la OTAN, cuestión que a Rusia le ha parecido siempre una amenaza, y por eso firmó con esta organización un acuerdo en 1997, en el cual la OTAN se comprometía a no establecer bases permanentes en territorios limítrofes con Rusia.

La división en la población de Ucrania, entre los que prefieren un acercamiento al proceso europeo y los que se consideran prorrusos, produjo la caída del presidente Yanukóvich (prorruso) y el inicio de unos altercados que, al ver que Ucrania se desligaba de la órbita rusa, provocaron la intervención militar de este país, primero en la península de Crimea y posteriormente en la región de Donetsk. La primera ya se anexó a Rusia mediante un dudoso referendo que contó con los tanques rusos vigilando el proceso electoral (aunque no reconocida como república por ningún Estado europeo) y la segunda, aunque ya no con la misma intensidad, se mantiene en conflicto armado, en el que se acusa al gobierno de Putin de intervenir de manera directa al enviar armamento y violar la soberanía de Ucrania.

Por tanto, la UE se encuentra ante el tercer conflicto en sus fronteras, quince años después del último[3] pero con muchas más herramientas y cohesión en materia de política exterior, que la obligan a ser un protagonista directo en la solución de dicho conflicto. En ese orden de ideas, la pregunta que vale la pena responder es si esta vez la UE va a poder hacer frente o no a un problema que se le presenta en sus fronteras y que, además, tiene múltiples dimensiones.

Es difícil responderesta pregunta, en primer lugar porque la UE no opera igual que el presidente Putin y en segundo término porque, hasta la fecha, la solución definitiva a este conflicto parece muy lejana. No obstante, se darán algunas claves que hacen ver que la UE le está ganando terreno a una Rusia que, al parecer, no está tan conforme con la paz que propone la UE dentro de sus fronteras y fuera de éstas.

Una de las principales consecuencias del proceso de integración europeo es el poder de atracción que tiene sobre los estados limítrofes, ya que, más tarde o más temprano, todos se sienten tentados a pertenecer a un club que, hasta el momento, ha sabido resolver los problemas a los que se enfrentaba tanto individualmente como en conjunto[4]. Los países del este europeo se sintieron atraídos por el hecho de sentirse protegidos por el paraguas de la OTAN y por la oportunidad de desarrollo en todos los ámbitos que ofrece la UE. Ucrania, durante los gobiernos prooccidentales, no ha escapado a esta tentación, lo cual ha provocado, en parte, la reacción de Rusia tras la caída del gobierno de Yanukóvich.

Esta es una batalla que Rusia ha perdido, pues a pesar de su invasión y del apoyo que está proporcionando a los rebeldes prorrusos, el gobierno elegido en Ucrania firmó el acuerdo de asociación con la UE, que fue una de las causas de las revueltas. De hecho, el fracaso ruso es doble porque, además de lo anterior, el cambio de gobierno volvió inviable el proyecto de Unión Euroasiática que tenía pensado Rusia.

Otro de los aspectos favorables a la UE ha sido el energético. En ninguno de los episodios en los que se han establecido sanciones se ha mencionado el tema energético, el cual haría a la Unión Europea más vulnerable. Es claro que habrá que esperar al siguiente invierno para conocer si el presidente Putin pone en marcha sanciones en este terreno que puedan afectar de manera directa a la población de varios países de la UE, en especial Bulgaria, Rumania, Finlandia o la propia Alemania. En este sentido, la UE debe desarrollar lo antes posible dicha política energética, anunciada hace más de quince años pero que no ha logrado alcanzar el grado de política comunitaria, puesto que los países siguen negociando de manera individual el abastecimiento de energía. Una solución planteada en este sentido ha sido incluir el tema en las negociaciones del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.

Por último, el hecho de que la UE y Estados Unidos, tanto de manera individual como en el marco de la OTAN, consideren el comportamiento de Rusia como una amenaza, ha provocado que ésta haya perdido influencia a nivel global. Ha sido expulsada del G7, ha tenido que buscar clientes para su potencial energético en China –sin duda un socio mucho menos estable que la UE– y se ha decidido a impulsar, en el marco del grupo de los Brics, un banco que en realidad no va a poder liderar y no se prevé, a corto plazo, que sea una alternativa al Fondo Monetario Internacional.

Este panorama, sin duda, hace aún más atractiva a la Unión Europea, y si Rusia continúa con esta estrategia expansionista que tiene objetivos muy poco transparentes, podría dar comienzo a una guerra que no está segura de ganar; de hecho, como ha quedado demostrado, la está perdiendo en pro de una paz que ha sido impulsada por la UE y que ha sido la única capaz de proporcionar prosperidad a los países que se han unido a ella.

La UE ya no vive en el mundo de la guerra fría, renunció a él hace mucho tiempo y ha descartado la intervención militar; por lo tanto, todo lo que se consiga será a partir de las herramientas diplomáticas. El caso es saber si éstas van a ser suficientes para seguir manteniendo el continente en paz con estados como Rusia que no se resignan a renunciar a un liderazgo que hace ya mucho tiempo perdieron y que sólo pueden seguir manteniendo por medio de la fuerza y la coacción.


 

[1] Para leer más sobre el tema, ver F. Aldecoa Luzárraga (2000). La integración europea. Análisis histórico institucional con textos y documentos II. Madrid: Editorial Tecnos.

[2] En mayo de 2004 se produjo la ampliación más numerosa de la UE, en la que se admitieron diez países, la mayoría pertenecientes a la órbita de influencia de la antigua Unión Soviética. En 2007 se produjo la entrada de Rumania y Bulgaria y, finalmente, Croacia entró a formar parte de la UE en 2013.

[3] En 2008 se produjo la entrada de tropas rusas en el territorio de Osetia del Sur y Abjasia a causa del ataque de las fuerzas de Georgia para que no se declararan independientes. Este es un escenario que se compara con lo ocurrido en Crimea, sobre todo si finalmente Rusia consigue un alto el fuego que permita negociar a los rebeldes de Donetsk la independencia de Ucrania.

[4] Para saber más sobre el tema, consultar Ian Manners (2002). Normative power Europe: a contradiction in terms? Journal of Common Market Studies, 40(2), 235-258.


Miguel Martínez
Ph.D en Ciencia Política y Relaciones Internacionales
CIPE
miguel.martinezg@uexternado.edu.co

Revista Zero Impresa Edición 33
Primer semestre de 2014
ISSN electrónico: 2344-8431
ISSN impreso: 2344-8431

 

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