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Imagomundi
2 de febrero de 2015

Los piratas de Somalia: Un actor con especificidad propia

Existe un imaginario colectivo que considera a la piratería como un asunto fantasioso, exclusivo de los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, este fenómeno continúa vigente y se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos y con mayor oferta de empleo en el Cuerno de África. Debido a la importancia geoestratégica del golfo de Adén, donde «pasan anualmente 20.000 buques, el 20 % del comercio mundial y el 30 % del volumen total de petróleo suministrado a Europa» (Martin, De Fortuny & Bohigas, 2012, p. 13), numerosas embarcaciones extranjeras empezaron a realizar actividades ilegales en Somalia y a  socavar así los recursos naturales de este país. Frente a tal situación, los piratas surgieron como una alternativa de seguridad privada y comenzaron a desarrollar sus repertorios de violencia en el espacio marítimo. 

Anexo-1-Golfo-de-Adén-BN

Fuente: Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado (2009)

En este sentido, se plantea la siguiente pregunta: ¿cómo se explica que una expresión de violencia selectiva defensiva, en el caso de los piratas en Somalia, haya evolucionado hacia el uso de una violencia indiscriminada y ofensiva? En el presente artículo se busca determinar, mediante un análisis temporal, los factores influyentes en la evolución de los repertorios de violencia utilizados por los piratas de Somalia. En contraste con la visión de algunos medios de comunicación que han catalogado a estos piratas como vándalos sin ninguna estructura organizada, en las siguientes líneas se abordará una serie de aspectos fundamentales para comprender a cabalidad a estos actores, como por ejemplo la dimensión geoestratégica, la falta de una autoridad efectiva, su organización y su modus operandi.

Estados fallidos y piratas: ¿de qué estamos hablando?

Es pertinente definir los conceptos de piratería y Estado fallido. La Convención sobre el Derecho del Mar de la Organización de las Naciones Unidas, también conocida como Carta de Jamaica, estipula en su artículo 101 lo siguiente:

Constituye piratería cualquiera de los actos siguientes: a) Todo acto ilegal de violencia o de detención o todo acto de depredación cometidos con un propósito personal por la tripulación o los pasajeros de un buque privado o de una aeronave privada y dirigidos; i) Contra un buque o una aeronave en la alta mar o contra personas o bienes a bordo de ellos; ii) Contra un buque o una aeronave, personas o bienes que se encuentren en un lugar no sometido a la jurisdicción de ningún Estado; b) Todo acto de participación voluntaria en la utilización de un buque o de una aeronave, cuando el que lo realice tenga conocimiento de hechos que den a dicho buque o aeronave el carácter de buque o aeronave pirata; c) Todo acto que tenga por objeto incitar a los actos definidos en el apartado a) o en el apartado b) o facilitarlos intencionalmente (Naciones Unidas, 1982, p. 72).

Un Estado fallido, por su parte, es aquel en el que el gobierno no tiene el control real de su territorio, no es considerado legítimo por una parte importante de la población, no ofrece seguridad interna ni servicios públicos especiales a sus ciudadanos y no tiene el monopolio del uso de la fuerza (Chomsky, 2007).

Los estereotipos frente a la realidad

Con respecto a lo afirmado por los medios de comunicación, quienes señalan a los piratas somalíes como seres «brutales, avariciosos, implacables, criminales desesperados, capaces de secuestrar, torturar y matar a sus rehenes para conseguir un beneficio financiero […]» (Acosta, 2013), cabe señalar que este tipo de análisis dejan de lado aspectos como la estructura de mando jerarquizada y la importancia geoestratégica de su área de actuación (el golfo de Adén), punto clave para el comercio mundial.

A la luz de los planteamientos de Kalyvas (2001, 2006), los repertorios de violencia de los piratas somalíes se pueden catalogar como selectivos. No obstante, con el paso del tiempo, han evolucionado y se han convertido en repertorios indiscriminados. En dicho punto cabe señalar que el uso de la fuerza, característico de estos piratas, ha sido de carácter no letal.

Evolución de los repertorios de violencia de los piratas de Somalia

En Somalia existía una dictadura desde 1969, encabezada por el líder militar Siad Barre. Era un régimen caracterizado por la existencia de una amplia brecha entre el Estado y la sociedad, y esta última era objeto de una fuerte política de represión y militarización. Consecuentemente, en 1991 se empezaron a presentar una serie de insurrecciones frente a la dictadura, y ese mismo año cayó el régimen.

Ahora bien, la importancia de la guerra civil somalí radica en el hecho de que desencadenó la inestabilidad gubernamental que ha caracterizado a Somalia desde 1991. En esta medida, como lo afirman López y Almazán, «desde 1991 Somalia ha estado sin un gobierno central, y este caso es el primero en la historia poscolonial del mundo» (2009, p. 590). Dicha inestabilidad gubernamental ha generado como consecuencia que en Somalia no exista un Estado fuerte, capaz de responder a sus amenazas y de ejercer un control efectivo sobre su territorio, razón por la cual los piratas surgen para prestar la seguridad frente a los barcos extranjeros, atraídos por la posición geoestratégica de Somalia y de sus recursos marítimos.

Los piratas somalíes son actores armados sin vínculos políticos, con intereses económicos; por lo tanto, no es posible asociar la responsabilidad de sus acciones a un Estado u organización política ni relacionarlos con causas insurgentes. A su vez, tampoco es posible catalogarlos como mercenarios, ya que no trabajan para un cliente, no son organizaciones ad hoc que se crean en una situación determinada, no son remunerados y poseen una jerarquía dentro de su organización, por lo que su impacto estratégico es amplio en los escenarios donde toman lugar sus acciones, sin necesidad de estar directamente relacionados con el crimen transnacional organizado.

Al analizar la evolución de las dinámicas de los piratas somalíes es importante tener en cuenta que Somalia ha sido considerada como una de las zonas más vulnerables del mundo, debido a la ausencia de aparato estatal desde 1989, lo que, a su vez, ha propiciado una crisis humanitaria, inseguridad social y una fuerte injerencia de buques extranjeros en la búsqueda de recursos naturales. De esta manera, surgieron a lo largo del territorio multiplicidad de grupos armados ilegales que acentuaron el conflicto interno, entre los cuales se encuentran los piratas somalíes (Martin et al., 2012).

Ante la falta de un gobierno estable, la degradación medioambiental (producto del derramamiento de sustancias tóxicas en sus aguas costeras) y la reducción de las riquezas (a causa de la sequía y la pesca ilegal), la piratería se consolidó en las aguas adyacentes a Somalia como una forma de seguridad privada, con el objetivo de proteger los recursos marítimos. No obstante, lo que inició como una iniciativa de autoprotección, a lo largo de los años se consolidó como uno de los negocios más lucrativos del país, que día tras día incrementa su número de participantes (Bacas, Bordas & Gil, 2009).

Fuente: International Maritime Bureau. Somalia Report. One earth future

Ahora bien, como respuesta a los abusos de las flotas pesqueras internacionales, en un principio las cofradías de pescadores se organizaron con el nombre de «Guardia Costera Voluntaria de Somalia» para cometer saqueos, que en un primer momento fueron de carácter selectivo, dado que establecían como «objetivo los barcos que pescaban ilegalmente o que vertían sustancias tóxicas en las aguas costeras» (Grupo de Seguimiento de Somalia de la Organización de las Naciones Unidas, 2006, citado en Bacas et al., 2009, p. 62). Sin embargo, con el paso del tiempo se empezó a dar la posibilidad de acceder a redes transnacionales que facilitaban la financiación, la dotación de armamento (como fusiles de asalto, lanzagranadas RPG-7V, pistolas y lanzacohetes), el aprendizaje de técnicas y la capacidad de conexión y negociación a escala mundial, razón por la cual los piratas somalíes hicieron del secuestro de buques de todo tipo (ya no sólo pesqueros) y del cobro de cuantiosos rescates su principal actividad productiva (Martin et al., 2012).

 Fuente: Banco Mundial (2013)


Fuente: Banco Mundial (2013)

Ante la ausencia de una autoridad y el incremento de necesidades insatisfechas, sobre todo en el ámbito de la seguridad, los piratas lograron ejercer control sobre el espacio marítimo y llegaron a legitimar sus repertorios violentos frente a las comunidades somalíes, al ser éstos la mayor fuente de ingresos de la zona: «[…] el distrito recibe algún porcentaje de cada rescate cuando se liberan los buques. Y este dinero se destina a infraestructuras, hospitales y escuelas» (Salvatierra, 2010).

De esta manera, los guardacostas se fueron convirtiendo en milicias y grupos armados que vieron en la utilidad del chantaje, del secuestro y de la protección remunerada de pesqueros extranjeros la oportunidad de incluir, entre sus ataques, a buques de ayuda humanitaria, cargueros, petroleros y pesqueros en altamar provenientes principalmente de países desarrollados. A su vez, a la luz de los planteamientos de Collier (2006), estos actores armados no estatales, en su pretensión de acumular mayores riquezas, han terminado por integrarse en una red de actividades ilícitas que van desde tráfico de armas y el de estupefacientes hasta la inmigración ilegal (Instituto Español de Estudios Estratégicos [IEEE], 2010), y han pasado de ser un fenómeno local de inseguridad costera y portuaria a manifestarse como un problema con repercusiones mundiales.

Fuente: Banco Mundial (2013)

Fuente: Banco Mundial (2013)

En este orden de ideas, debido a la importancia geoestratégica de Somalia y al desarrollo de redes transnacionales, los piratas somalíes pasaron de realizar sus repertorios de violencia de manera defensiva-selectiva a una forma ofensiva-indiscriminada. No obstante, los medios de comunicación internacionales perciben a los piratas somalíes exclusivamente como un grupo de bandidos que encontraron en el saqueo y en el secuestro de buques extranjeros a mano armada una forma de adquirir dinero fácil, desconociendo la lógica de violencia a nivel espacial y temporal. De igual manera, han llegado a relacionar a este actor con Al-Shabaab, considerado como un grupo terrorista que opera, en el interior de Somalia, al servicio de Al Qaeda:

Desaparecido el alegato de la defensa de sus aguas, no resultaría descabellado pensar que los cabecillas de los grupos piratas buscasen nuevos argumentos que justificasen sus acciones ante la comunidad internacional […]. Este tinte ideológico podría surgir al presentar sus acciones como una reacción a la intervención de las potencias extranjeras en los asuntos del país, haciendo causa común con las organizaciones terroristas (Castellón, 2010, p. 6).

Ahora bien, a pesar de que los medios ofrecen una pobre simplificación de los piratas somalíes, estos actores armados ilegales poseen una gran complejidad en cuanto a su organización debido a que cuentan con una estructura perfectamente jerarquizada y con redes regionales e internacionales que respaldan el desarrollo de sus actividades.

De esta manera existen los intermediarios, los cuales están encargados de fijar un precio y negociar, con el fin de obtener la mayor cantidad posible por el rescate de los barcos secuestrados. Las tarifas de los mediadores oscilan entre los 100.000 y los 300.000 euros (Martin et al, 2012). Para que los piratas desarrollen sus actividades de secuestro necesitan financieros, cuya función principal consiste en anticipar «el capital necesario para el funcionamiento de las milicias marítimas. En general aportan a las embarcaciones, el combustible, las armas y las municiones y el equipo de comunicaciones» (Martin et al., 2012, p. 19).

Igualmente, hay un patrocinador, cuyo papel consiste en cubrir los gastos de la operación y quien recibe a cambio un 30 % de las ganancias obtenidas a partir del rescate (anexo 5). Los piratas somalíes operan con el respaldo de redes regionales e internacionales. Las primeras tienen la función de dar información a los piratas de las flotas que están navegando por el golfo de Adén, y además señalan su nacionalidad, identidad, carga y posición exacta. Por su parte, las redes internacionales, de acuerdo con un informe de inteligencia de la Operación Atalanta, están integradas por informadores-asesores ubicados en Londres, los cuales poseen información detallada de los barcos atacados (IEEE, 2010). Anexo5

Este último aspecto es clave porque evidencia que los piratas tienen una estructura altamente organizada y un modus operandi cuya lógica persigue intereses económicos. Así mismo, es preciso afirmar que los repertorios de violencia de los piratas no son letales, en la medida en que buscan secuestrar barcos para obtener recursos económicos, mas no pretenden matar a nadie; sólo secuestran buques extranjeros y piden a cambio cuantiosas sumas de dinero.

De igual manera, se debe señalar que los actos de los piratas han evolucionado con el pasar de los años, pues inicialmente las dinámicas de violencia de estos actores estaban dirigidas únicamente hacia los barcos pesqueros, pero una vez que fueron conscientes de lo lucrativo que podría llegar a ser secuestrar todo tipo de barcos, empezaron a llevar a cabo sus repertorios de violencia indiscriminadamente.

De la violencia defensiva al crimen organizado

Aprovechando la ausencia de autoridades estatales y la posición geoestratégica del golfo de Adén, los piratas somalíes han desarrollado una estructura compleja que responde al ánimo de acumular riquezas. En igual forma, sus repertorios de violencia han evolucionado en la medida en que han dejado de lado el uso de violencia defensiva, selectiva y no letal, y ahora incursionan en prácticas de violencia ofensiva, indiscriminada y no letal, transformación que obedece a un cambio en sus intereses, que al comienzo giraban en torno a la protección de las aguas costeras somalíes y en la actualidad son meramente económicos.

Por último, es claro que a los piratas somalíes no se los puede juzgar como a un grupo de simples vándalos que actúan sin ningún tipo de organización. Por el contrario, se trata de actores complejos, cuya existencia es un fenómeno que merece especial atención, puesto que responde a factores políticos, sociales y económicos que le atribuyen una especificidad propia.


Referencias

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Bacas, J. R., Bordas, F., Gil, J., Reguerito, R., Sepúlveda, I. & Veja, E. (2009). Crisis somalí, piratería e intervención internacional. Madrid: Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado. Recuperado de http://iugm.es/uploads/tx_iugm/crisis_somali.pdf.

Byrne, V. (21 de abril de 2009). Pirata somalí llega a Nueva York para ser procesado. Semana Recuperado de http://www.semana.com/mundo/articulo/pirata-somali-llega-nueva-york-para-procesado/102278-3.

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Struett, M. J., Carlson, D. J. & Nance, M. T. (eds.) (2013). Maritime piracy and the construction of global governance. Nueva York: Routledge.


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