Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

Imagomundi
11 de diciembre de 2014

La limitada participación estadounidense en la crisis de Ucrania

La crisis política que se desató en Ucrania a finales de 2013, cuando el entonces presidente Víktor Yanukóvich se negó a firmar el Acuerdo de Asociación entre ese país y la Unión Europea, se ha extendido debido a varios hechos: el abandono del cargo del presidente en ejercicio y la toma del poder por parte del parlamento, la anexión de la península de Crimea hecha por Rusia mediante referendo, el llamado a las urnas para elegir un nuevo gobierno y el apoyo de las fuerzas militares rusas a grupos separatistas de dos provincias (Luhansk y Donetsk) que buscan proclamar su independencia y, a la larga, integrarse al territorio de la Federación Rusa.

Los hechos aludidos han generado una profunda reflexión sobre si esa crisis debilita las bases de los órdenes político, económico y de seguridad que se crearon en Europa después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991. La participación de Estados Unidos ha sido un elemento importante, aunque no el único, en la construcción y mantenimiento de la estabilidad en el Viejo Continente no sólo después de la segunda guerra mundial sino también luego de finalizada la confrontación bipolar.

Por lo anterior, en este artículo se analizará en particular la relación creada a partir del nacimiento de Ucrania como república independiente, a finales de 1991, hasta el día de hoy, y se explicará que la tímida participación del gobierno estadounidense obedece a la convergencia de diversos factores que limitan y condicionan una acción más decidida. Así mismo, se demostrará que las decisiones políticas adoptadas por Kiev han sembrado esperanzas y dudas sobre su verdadero compromiso con reformas estructurales que faciliten su transición hacia la institucionalidad euroatlántica y a la UE.

Estados Unidos frente a Ucrania: ni tan cercanos ni tan distantes

Estados Unidos ha fijado su atención en Ucrania más por aquello que altere la estabilidad política o económica que por un elemento estructural de la política exterior estadounidense. Esto no quiere decir que los norteamericanos hayan perdido el interés por Europa o sus asuntos sino más bien que Ucrania no ha sido una prioridad, necesariamente. La viabilidad como Estado independiente, capaz de determinar su propio futuro político y económico; la consecución de reformas económicas y políticas que facilitaran una posible inclusión dentro de instituciones como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o la misma Unión Europea (UE); la consolidación del Estado de derecho, la economía de mercado y la protección de los derechos humanos y libertades básicas han sido las prioridades que han articulado la atención e interés de Estados Unidos hacia Ucrania (Espinas, 2010).

Los asuntos de seguridad y defensa le han dado a Kiev una indiscutible importancia en los círculos de decisión en Washington. En los años noventa, por ejemplo, la posesión de más de cuatro mil cabezas nucleares generó una profunda preocupación en la comunidad euroatlántica por el futuro de la entonces tercera potencia nuclear, que no poseía la capacidad técnica ni de seguridad requeridas para mantenerlas. La transferencia paulatina del arsenal a la Federación Rusa, la garantía sobre neutralidad y Estado no nuclear adoptada en la Constitución política y los incentivos económicos y políticos occidentales (Mearsheimer, 1993) superaron el primer escollo de vida independiente.

Así mismo, el gobierno de Kiev mostraba interés por acercarse a los procesos que durante la confrontación bipolar eran impensables. La inclusión dentro del Partnership for Peace en 1993[1] y la participación en misiones de paz de la ONU en Bosnia durante 1995 abrieron la puerta para que en 1997 se formalizara un acuerdo de asociación distintivo entre la OTAN y Ucrania, con la intención de efectuar reformas estructurales sobre funcionamiento democrático, respetar las minorías étnicas y culturales y desarrollar un marco legal e institucional que asegurara la preeminencia del poder civil sobre el militar (Espinas, 2010). Lo anterior muestra cómo Ucrania daba pasos que la acercaban a Estados Unidos.

A pesar de lo anterior, después de una década, Ucrania tuvo que elegir entre profundizar sus acercamientos a Occidente o entrar nuevamente en la órbita de Moscú.

La posición geográfica de Ucrania hace de su territorio un punto estratégico entre Occidente y Oriente. Ese hecho, en palabras de Freire (2009, p.10), obliga a que en materia de política exterior los gobiernos de Kiev favorezcan una acción exterior multivectorial que considera trascendental acercarse al orden político y económico occidental, sin descuidar la vertiente oriental que ha atado, desde hace más de tres siglos, los intereses de Ucrania y Rusia.

Esto sirve para explicar por qué Ucrania parece dar pasos que la acerquen a Occidente, al tiempo que no puede evitar la presión e influencia rusas.

Después del derrumbe de la URSS, los rusos no lograron mantener el dominio sobre su periferia. Esa pérdida, la mayor catástrofe del siglo XX según Vladimir Putin, adquirió un gran significado a principios del siglo XXI. Aunque en 1997 Moscú alcanzó un acuerdo con Kiev sobre el mantenimiento de la base naval rusa de Sebastopol en la península de Crimea, las acciones emprendidas por Estados Unidos y la OTAN en Kosovo durante 1999 hicieron que, nuevamente, intensificara su accionar político, diplomático y económico, con la intención de recobrar la influencia perdida en la que consideraba su zona histórica de influencia.

La acción en Kosovo generó también un profundo rechazo en la población ucraniana que, en la misma órbita de Rusia y China, entre otros estados, condenó la vulneración del derecho internacional por parte de la OTAN para satisfacer intereses particulares de sus miembros europeos y de Estados Unidos, en especial (Light & White, 2000). Es decir, la OTAN y Estados Unidos, sobre todo este último, comenzaron a ser vistos no necesariamente como la mejor ruta para superar los problemas internos de Ucrania, ya que el uso de la fuerza de manera unilateral generaba gran inseguridad en el régimen de Kiev.

Así pues, la actitud de acercamiento por parte de Ucrania a la OTAN y la UE fue vista desde Moscú como una influencia directa en su espacio de predominio que no se podría permitir.

Mediante el partido de las regiones, de la intensificación de la presión económica y comercial sobre productos estratégicos y necesarios en Ucrania –como petróleo y gas– y la utilización de políticos y empresarios corruptos que favorecieran intereses de Moscú (Greene, 2010), la presión sobre Kiev acerca de su futuro se hizo insostenible, lo que llevó a que el mantenimiento de un delicado y frágil equilibrio entre acercarse a Occidente y mantener buenas y cordiales relaciones con Rusia se fuera perdiendo.

Un nuevo siglo: dudas e incertidumbres

La relación que Estados Unidos ha forjado en este siglo respecto a Ucrania estará determinada por intereses pragmáticos y específicos que contribuyan a alcanzar los objetivos prácticamente trazados desde los años cincuenta en torno a una Europa unida, libre y en paz (Walker, 2000). Así, Ucrania es importante en materia de política exterior estadounidense si contribuye a mantener o profundizar los objetivos antes mencionados.

Los atentados terroristas de 2001, la incapacidad de acometer reformas profundas de tipo político y económico, las fuertes protestas en favor de la democracia que generaron la denominada revolución naranja en Ucrania durante 2004 y la crisis actual desatada en favor de acercarse aún más hacia la UE han sido respondidas por parte de Estados Unidos de manera ambivalente, lo cual refleja una realidad incuestionable: a pesar del interés estratégico que Ucrania pueda llegar a tener, ha habido otras prioridades de política exterior que, tan sólo coyunturalmente, le han dado importancia estratégica en Washington.

El combate al terrorismo como principal prioridad de política exterior después de los atentados en Washington y Nueva York de 2001 hizo que todo aquello que no estuviera relacionado o ligado con la cruzada terrorista tuviera menos trascendencia.

Otro elemento que influyó en la pérdida de importancia de Ucrania fue la debilidad de las reformas estructurales en materia de consolidación del Estado de derecho, combate a la corrupción y liberalización económica implementadas por el presidente Leonidas Kuchma (1994-2005). Kuchma fue duramente criticado por mantenerse en el poder gracias a la asociación de políticos y empresarios corruptos que favorecían intereses de la oligarquía local.

Hay que mencionar que el gobierno ucraniano siempre logró balancear su política para obtener el apoyo de Estados Unidos, pese a no cumplir con los objetivos de liberalización fijados por el Estado norteamericano.

Además, los sucesos que desembocaron en la revolución naranja les dieron a Estados Unidos y la OTAN un incentivo para estrechar los lazos con Ucrania. A partir de 2005, se implementó un Programa Nacional Anual para reforzar el aparato institucional, las Fuerzas Militares y, al mismo tiempo, permitirles recibir un entrenamiento militar tanto en las instalaciones europeas de la OTAN como en Estados Unidos (Espinas, 2010).

No obstante, el ahogo de la llama revolucionaria en favor de la democracia (Matuszak, 2012) hizo que los estadounidenses sólo se volvieran a acordar de Ucrania en el 2013. En ese entonces, los abusos del gobierno y la represión de los grupos prooccidentales despertaron nuevamente el interés de Estados Unidos en ese país.

Sin embargo, la situación actual de Ucrania ha generado respuestas imprecisas por parte de la administración estadounidense y de sus principales aliados.

Apenas se han implementado dos instrumentos de política exterior: por un lado, sanciones a personas y empresas cercanas a los regímenes de Moscú y Kiev[2]; por el otro, la utilización de recursos financieros de ayuda bilateral y multilateral por intermedio del Departamento del Tesoro estadounidense y de instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Finalmente, el panorama expuesto demuestra que a la actual administración estadounidense, con prioridades y problemas más graves de seguridad en otras latitudes, le ha faltado determinación a la hora de ejercer mayor presión sobre Rusia y Ucrania para llegar a acuerdos concretos. No es casualidad que, a finales de agosto, el presidente Obama confesara que no tenía aún una estrategia definida para enfrentar la situación en Siria y Ucrania (Roberts, 2014).

[1] Este programa se creó con la intención de que antiguos miembros de la Cortina de Hierro y de la URSS adoptaran reformas (políticas y militares) que facilitaran en el futuro la consolidación de estados de derecho, administración civil de las Fuerzas Militares y, posiblemente, su ingreso en la alianza euroatlántica.

[2] Un completo análisis se puede encontrar en Ukraine: current issues and U.S. policy (Woehrel, 2014).


 

Referencias

De la Cámara, M. (2010). La política exterior de Rusia. Madrid: Real Instituto Elcano.

Espinas, G. (2010). Ukraine’s defense engagement with the United States. Journal of International Affairs, 53-63.

Freire, M. R. (2009). Ukraine’s multi-vectorial foreign policy: looking west while nor overlooking its eastern neighbor. Unisci, 232-249.

Greene, J. (2010). Russian responses to NATO and EU enlargement and outreach. Londres: Chatham House.

Light, M. & White, S.L. (2000). A wider Europe: the view from Moscow and Kiev. International Affairs, 77-88.

Matuszak, S. (2012). The olligarch democracy: the influence of business groups on Ukraine politics. Varsovia: Centre for Eastern Studies.

Mearsheimer, J. (1993). The case for a Ukrainian nuclear deterrent. Foreign Affairs, 50-66.

Roberts, D. (29 de agosto de 2014). Obama on US foreign policy: principled realist or failed isolationist? The Guardian, 7-9.

Walker, M. (2000). Variable geography: America’s mental maps of the greater Europe. International Affairs, 459-474.

Woehrel, S. (2014). Ukraine: current issues and US policy. Washington: Congressional research service.


 

Rafael Enrique Piñeros Ayala
M.A. en Análisis de Problemas Políticos Económicos e Internacionales Contemporáneos
Docente de la Facultad de Finanzas,
Gobierno y Relaciones Internacionales
rafael.pineros@uexternado.edu.co

Revista Zero Impresa Edición 33
Primer semestre de 2014
ISSN electrónico: 2344-8431
ISSN impreso: 2344-8431

Artículos Recientes