Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales

Imagomundi
29 de septiembre de 2014

India, en ascenso

Como puerta de entrada al especial sobre India, el profesor Pío García presenta el panorama de la historia contemporánea del milenario país de los Vedas y de su lugar en la geopolítica asiática y mundial.

India reúne el más cautivante crisol de culturas. Tras sortear la ignominia colonial inglesa, el país tiene ahora el reto formidable de actuar como una gran potencia global. La reconfiguración del sistema internacional avanza a pasos agigantados. En una fase histórica en la que China se prepara para ser la primera economía del planeta, Estados Unidos se mantiene como el más extenso poder militar y tecnológico, y Europa, Japón y Rusia se esfuerzan por no ser desalojados de sus posiciones centrales, a los indios les tomará sólo una década situarse como la indiscutible potencia demográfica, con efectos directos de tan enorme poder humano sobre las tendencias universales en el consumo, las inversiones directas ávidas de mano de obra joven y barata, el desarrollo de tecnologías, el acopio militar y el acomodo geopolítico.

De no menor importancia son los desafíos que el portentoso caudal humano le plantea a la dirigencia política, en cuanto a  soluciones productivas, laborales, habitacionales, sanitarias y educativas, en medio de unas condiciones ambientales pavorosas, ocasionadas por un cambio productivo atropellado. Los desarrollos externos condicionan sin duda las políticas internas; pero, de igual modo, el agigantamiento indio conmueve al sistema global. Napoleón, quien predijo: «Cuando China despierte, temblará el mundo», tendría que haber agregado: «E India le propinará un sacudón adicional». Pero no es para ponerse nerviosos: esos movimientos no serán más calamitosos que los que hasta ahora hemos presenciado.

Pocos países tuvieron la fortuna de alcanzar su independencia sin derramar sangre. Tailandia y Brasil, en el siglo XIX, lograron pactar su autonomía con los poderes metropolitanos, sin disputarla en los campos de batalla. En la ola de autonomía que siguió al derrumbe colonial europeo en la segunda guerra mundial, India presentó el caso más resonante de una victoria pacífica. Enardecido por su amor a la historia legendaria y milenaria, el pueblo levantado por Gandhi contra el ocupante británico le cercenó su más valioso activo: la «joya de la corona», según Disraeli, el primer ministro de la reina Victoria, en el siglo XIX.

De acuerdo con Immanuel Wallerstein (1974), el sistema capitalista pudo prosperar con tanta rapidez gracias al traslado inmisericorde de riqueza de las regiones ocupadas a los países metropolitanos, de modo directo desde la periferia o a través de zonas intermedias o semiperiferias. Durante el dominio global británico, España, Portugal y Turquía, entre otros, cumplieron esa función; de ahí la dimensión colosal de la gesta del Mahatma al arrebatarle al Reino Unido un territorio tan preciado. No fue igual la suerte de Indonesia, Vietnam, Laos y Camboya, recolonizados por Holanda y Francia después de la segunda guerra mundial, mientras el resto del tercer mundo se volvía autónomo. Vietnam, por su parte, tendría que seguir luchando por su unificación e independencia hasta 1975, cuando finalmente logró vencer al más poderoso ejército jamás visto.

Una vez terminada la primera guerra mundial, en noviembre de 1918, Gandhi, un abogado desmirriado, objeto de discriminación y persecución durante su estadía en Sudáfrica, donde llegó a defender a los trabajadores indios, regresa a su país y se une al movimiento independentista. Sin embargo, su lucha toma una vía distinta del modelo partidista tradicional; su acción busca aglutinar a millones de compatriotas alrededor de la satyagraha (poder de la verdad, no violencia), armados tan sólo con el celo visceral de ser ellos mismos sus propios gobernantes (swaraj) y no el europeo invasor (Keay, 2000, pp. 461-483).

No obstante, el ahorro de sangre y dolor fue tan fugaz como paradójico, pues al deshacerse del ocupante extranjero la colonia ingresó en la más cruel y abyecta lucha intestina, hasta el día de hoy. Del territorio controlado por Inglaterra surgieron tres países e incontables guerras. Por ejemplo, desde 1947, India y Pakistán fueron escalando su enfrentamiento hasta alcanzar la mutua disuasión que les ofrece su arsenal atómico; sus líderes marcharon de la mano contra el usurpador, pero fueron incapaces de preservar la hermandad. Más adelante, en 1971, la sección oriental de Pakistán se convirtió en Estado independiente con el nombre de Bangladesh, gracias al apoyo indio.

El glorioso imperio mogol, que mantuvo unidos a miles de pueblos durante más de trescientos años, fue presa primero del poderío comercial y militar europeo, y después, deshecho por completo cuando sus pobladores, encapsulados en estados nación rivales, se enfrentaron en forma cruel y lastimosa. El conflicto indo-pakistaní es uno de los factores que impulsan la carrera armamentista en Asia.

Los experimentos atómicos de ambos contendores se iniciaron en los años sesenta. En 1998, las detonaciones de sus primeras bombas les dieron a los dos países el pase para ingresar al club nuclear1.


1. Ver anexo 1:Son ocho países hasta ahora: los cinco miembros del Consejo de Seguridad, los cuales ha suscrito el Tratado de No Proliferación Nuclear, más India y Pakistán. Norcorea todavía no ha desarrollado por completo la bomba atómica. Israel posee amplio arsenal nuclear que se niega a declarar y a dejar supervisar por los organismos multilaterales de control.


Desde entonces, su acopio disuasivo ha crecido de manera sostenida. Ampliarlo, diversificar sus medios de transporte y sofisticar su tecnología aparecen como auténticos retos nacionales.

En la actualidad, India tiene un parque nuclear de no menos de ochenta bombas atómicas y ensaya la bomba de hidrógeno. Ese material está instalado en sus escuadrones de Mirage 2000H Vajra (trueno divino), Jaguar IS Shamker, MiG-27 (Bahadur) y SU-30 MKI. Sus nuevos misiles  Prithvi (tierra), equipados con ojivas nucleares, se desplazan por tierra y usan combustible líquido. Los misiles nucleares Agni (fuego) utilizan combustible sólido y tienen un alcance superior a los mil kilómetros, en tanto que los Agni III pueden impactar objetivos a 3.500 km.

Cuenta también con los misiles Dharnush (arco), disparados desde barcos y plataformas de superficie y submarinas (Sipri, 2012).

Por otra parte, se calcula que Pakistán posee entre setenta y noventa cabezas nucleares, que se pueden lanzar desde bombarderos o desde misiles balísticos. Sus plantas de enriquecimiento nuclear, que usan uranio y plutonio, están localizadas en la región de Punyab, zona fronteriza con Jammu y Cachemira, el área de la disputa territorial con India. Desde 1998, su reactor nuclear Kushab I puede producir entre diez y doce bombas de plutonio cada año. En 2009 terminó de construir un nuevo reactor que reprocesa material nuclear, y a partir de ese año empezó a desarrollar misiles crucero mar-aire Babur, Ra’ad y Shahen II, con alcance superior a los 2.500 km. El país dispone además de una flota de F-16 y misiles de tierra (Ghaznavi) de combustible sólido, equipados con bombas atómicas (Sipri, 2012).

India y Pakistán se encuentran entre el rango medio-alto en la escala del gasto militar mundial, con 3 % del PIB dedicado a la defensa. Por encima de ellos se encuentran Estados Unidos, con 5 %, y Arabia Saudita, Israel o Corea del Norte, con gastos superiores al 10 %. En un rango inferior al 3 % se hallan Corea del Sur, China y la mayoría de los países europeos, africanos y latinoamericanos. Japón, que por acuerdo político interno no invierte en defensa más del 1 % del PIB, es un caso excepcional entre las economías mayores2.


2. Ver Anexo 2: Colombia, con 5,5 % del PIB gastado en seguridad militar, es un caso excepcional en Latinoamérica, por lo abultado de su rubro militar. Baste decir que sus fuerzas armadas equiparan a las brasileñas, cuando ese país cuenta con una población y una capacidad productiva cuatro veces mayores.


El conflicto con Pakistán no es el único motivo del avance militar indio, ya que el país ha soportado tres guerras con China por diferencias territoriales. La frontera entre ambos no está acordada en su totalidad, aunque no es un asunto primordial dado que se trata de espacios inhabitables en la cadena del Himalaya. Sin embargo, a medida que el ímpetu industrial asiático se prolonga, los tres países se ven conminados a zanjar sus diferencias y a despejar los canales del diálogo, con el fin de facilitar el intercambio comercial, las inversiones, el movimiento de empresarios y trabajadores, los flujos turísticos y la colaboración científica y técnica. Como es comprensible, el despliegue de la extensa economía china está acompañado de su fortalecimiento militar; no obstante, sus pretensiones hasta ahora no se traducen en amenazas contra India, por la simple razón de asegurar el espacio de su influencia regional como escenario desde el cual catapultar su rol global. Esto trae aparejada la doble estrategia de debilitar la presencia armada estadounidense en el Pacífico occidental, con sus bases en Corea y Japón, y el control de Afganistán y Pakistán por intermedio de la OTAN, así como de fomentar los lazos económicos y políticos con un potencial socio (India) en la transformación de la hegemonía mundial estadounidense.

A causa de esta cooperación regional inminente, el incentivo primordial para el esfuerzo indio de dotarse de una fuerte capacidad militar tiene que ver cada vez más con la conciencia de convertirse en una gran potencia con intereses globales que con someter a sus vecinos por la fuerza. El país heredero del esplendor mogol se sumió en la incertidumbre de la guerra, el hambre, el analfabetismo y las pandemias tras su independencia, pero luego de un movimiento azaroso se proyecta ahora como un centro económico formidable, acuñado al dinamismo industrial asiático. Dentro del bloque productivo y financiero que emerge por el oriente y el sur del continente, India se especializa en la industria y la innovación, de manera tan firme que antes del 2030 se convertirá en la tercera economía mundial. Con tales prospectos, asegurar los abastecimientos necesarios para su aparato productivo y hacer respetar por todas partes los intereses de sus empresarios e instituciones se torna en un asunto de envergadura tal como para justificar programas de defensa ambiciosos.

Con todo, dichas metas no son de aceptación automática ni adentro ni afuera. Adentro se convierten en un dilema mayúsculo, dadas las carencias de una sociedad con el contingente de pobres más numeroso en el mundo: ochocientos millones de seres humanos excluidos del empleo formal, el agua potable, la vivienda digna, el alimento suficiente, la educación básica y el acceso a los servicios de salud. En tales condiciones, el armamentismo y el desarrollo social surgen como objetivos antitéticos.

Desde afuera, los países vecinos y los grandes poderes mundiales preparan medidas dirigidas a aplacar los efectos de una potencia militar en construcción. Por ahora, Pakistán hizo lo suyo al equiparar el poder atómico indio. China lleva a cabo una modernización bélica más temprana y recia, en cuanto se adelantó a acceder a la categoría de gran poder mundial y sus planes de modernización de equipo marchan sin retraso. Sin mayores posibilidades de constituir fuerzas semejantes, Birmania, Sri Lanka y países cercanos, como Tailandia, Vietnam o Indonesia, mejoran sin cesar sus equipos y sus fuerzas armadas, como parte de la lógica del incremento militar en medio de los acuerdos regionales de seguridad concertada, especialmente en la Asociación de Naciones del Sureste Asiático. Más allá de la zona, Estados Unidos trata de establecer un equilibrio inaudito, mediante el cual pueda preservar la presencia militar y el control de Pakistán al lado de la cooperación militar con India. Se trata de un malabarismo inusual que será viable por un tiempo.

A mediano plazo, es probable que por efecto del agigantamiento económico y político chino buena parte del continente asiático sufra una reconfiguración estratégica notable. Avanzar por la senda de una distensión pactada será inevitable si los gobiernos chino, indio, japonés y ruso, entre otros, desean preservar un ambiente favorable al intercambio económico y al bienestar de sus pueblos. Como en Europa, la integración tiende a superar las pugnas ancestrales y a brindarles la legitimidad y la estabilidad política. Un fuerte asianismo emerge cuando el europeísmo se debilita.

Pero junto con dicho entendimiento, que favorece a la comunidad asiática, los prospectos favorables para el robustecimiento de las instituciones multilaterales no son desdeñables. La participación india en el Consejo de Seguridad gana terreno, y tras ella pueden llegar Japón e Indonesia o Pakistán. El restablecimiento del Consejo como el indiscutible órgano encargado de dirimir el conflicto internacional ha mostrado resultados en los casos de Siria e Irán. Ambos desarrollos regional y multilateral son impensables sin la participación india, una sociedad que se apropia cada vez más de sus responsabilidades con la comunidad internacional, incluida la dotación de medios disuasivos avanzados. Por más de tres mil años, la cultura india ha combinado sus ideales pacifistacon la reverencia a la guerra. Más que otros pueblos, su épica fundacional ha sido tan lejana como prolífica. Arjuna y Krishna son parte de los héroes elevados al panteón hinduista de los Vedas, el Mahabharata, el Ramayana y los Puranas. El Rig Veda, con tres mil años de antigüedad, ensalza el endiosamiento de Indra, descrito como un guerrero sobrenatural:

 Aquel a quien los ejércitos invocan,cuando chocan, los adversarios de ambos bandos;  hacia quien claman, cuando por separado, los dos han subido al mismo carro, aquel, hombres, es Indra.

Rig Veda, II, 12 (p. 203)

Hace 2.500 años, Buda se opuso a las medidas de fuerza y cualquier tipo de destrucción de la vida, inspirando el gobierno humanitario del rey Ashoka, en el siglo III a.C. Gandhi revivió el poder de la resistencia pacífica contra el opresor arrogante, en una gesta derivada en nuevo ciclo de combates y aceptación de la paz armada. Esa tensión entre la lucha y la concordia la plasmó Vidyapati, un poeta insigne del siglo XIII, en las frustraciones del amor:

El amor de mi amor es cruel como
la muerte,
construí un hogar para encontrar
la dicha
y el fuego del fogón lo ha consumido.
Esperaba bañarme en un mar
de placeres
y ¡ay!, el mar está envenenado.
Busqué frescura en el claro de la luna
y el sol me ha ardido.
Quise planear sobre las cimas
y he caído en el abismo.
Pedí una gota de lluvia
y el trueno me gruñó amenazante.
Lo poco que tenía lo perdí todo
mientras buscaba la fortuna.
Mi amor se complace en mostrar
mi vergüenza,
mi amor es cruel como la muerte.

Es probable que por medio de su capacidad militar reforzada y ampliada, India no sólo se encargue de cimentar el pilar estratégico asiático durante la primera parte del siglo XXI, junto con sus socios y rivales, sino que ésta se establezca como la plataforma de su desenvolvimiento como gran potencia mundial, con todos los riesgos que se corre de abuso del poder, pero también con el respaldo a un orden internacional libre del hegemonismo estadounidense que hasta ahora ha prevalecido. Sin duda, el apetito imperialista de los grandes poderes no encuentra otra limitación que los controles mutuos de los mecanismos multilaterales, que se deben investir de la autoridad máxima internacional.


Bibliografía

Keay, J. (2000). India. A History. Londres:

Harper Collins.

Sipri (Stockholm International Peace Research Institute) (2012). Nueva York: Oxford University Press.

Wallerstein, I. (1974). The Modern World System. Capitalist Agriculture and the Origins of the European World-Economy in Sixteenth Century. Nueva York: Academic Press.


piobn

 

 

 

 

 

Pío García
Docente-investigador
Facultad de Finanzas, Gobierno
y Relaciones Internacionales
pio.garcia@uexternado.edu.co

Revista Zero Impresa Edición 32
Primer semestre de 2014
ISSN electrónico: 2344-8431 
ISSN impreso: 2344-8431

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